El dios abandona a Marco Antonio
C.P. Kavafis
Si oyes de
pronto, a medianoche,
el séquito
fantasma que pasa
con música
exquisita, con voces,
no sufras pena
alguna por el infortunio
—los esfuerzos
fallidos, los planes que al final
te traicionaron—
, es inútil que lo sufras.
Como el que de
antemano se prepara, llevado por la valentía,
dile adiós a
ella, a la Alejandría que se marcha.
Ante todo, no te
engañes, no digas que es un sueño,
o que te mienten
tus sentidos;
no te rebajes a
esperanzas vanas como ésas.
Como el que de
antemano se prepara, llevado por la valentía,
como se espera de
ti, a quien fue otorgada esta ciudad,
ve con firmeza a
la ventana
y escucha con
sentimiento de entrega,
y no con el
lamento quejumbroso de un cobarde;
escucha —el
deleitable final tuyo— las voces,
la música
exquisita de esa rendición divina,
y dile adiós a
ella, a la Alejandría que pierdes.
(versión de León Leiva Gallardo)
El palacio de la flor de jade
Tu Fu
El río en
torbellinos. El viento gime en los pinares.
Por
las baldosas rajadas se pasean grises
los roedores.
¿Qué Príncipe de
antaño construyó este palacio
que hoy se erige
en ruinas por el acantilado?
Hay verdes
fogatas fantasmas en los cuartos ennegrecidos,
el concreto hecho
añicos aún se desgasta,
diez mil caños de
un órgano suenan y retumban.
Ahora la tormenta
revuelve las hojas ocres del otoño.
Las jóvenes
bailarinas son de polvo amarillento,
sus mejillas se
desquebrajan en la nada.
Los carruajes de oro
y los cortesanos se han ido;
solamente un caballo
de piedra hace alarde de la gloria.
Yo, sentado en la
grama, le he dado comienzo a un poema,
pero la
pesadumbre de todo esto me consume.
El futuro
desvanece también imperceptible.
¿Qué ha de ser de
nosotros con el devenir de los años?
(versión
de León Leiva Gallardo)
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