Acabo de ver Stolen
Seas (dirigida por Thymaya Payne, 2012), un documental que explora el
surgimiento de los “piratas” de Somalia y la impotencia de las grandes
potencias por no poder, o no querer, darle fin al fenómeno de una vez por todas.
De inmediato pensé en el narcotráfico en México y Centroamérica. Al explorar la
aparente complejidad de las relaciones de poder entre estos grupos delictivos y
los grandes capitalistas se llega a una conclusión muy simple: el sistema capitalista
le saca provecho y les ayuda a que sus crímenes de collar blanco pasen desapercibidos,
además porque son uña y carne.
El crimen organizado no rinde tributo al Estado
y su modus operandi es similar al de las corporaciones que hacen hasta lo
imposible por evadir impuestos. Ambos acuden al terrorismo para ver por sus
intereses, el crimen organizado con sus sicarios sanguinarios y las grandes
potencias con los bombardeos desalmados.
Ergo: la gran preocupación con los
grupos de autodefensa en Michoacán se debe a que han venido a interrumpir las
ya de facto establecidas relaciones de poder entre el crimen organizado y los políticos
y empresarios corruptos. (Favor disculpen si reitero algo que para muchos es
obvio, pero de vez en cuando hay que recordárselo a uno mismo y a uno que otro
ciudadano despistado.)
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