De ninguna manera le podemos llamar histeria colectiva a las medidas de seguridad que se han tomado para que la gente no se infecte con esta nueva enfermedad que acecha el mundo entero. Pero sobran las teorías conspirativas y, como reacción humana misma a la incertidumbre, también existe un auténtico pesimismo y desconfianza de lo que pareciera ser un insidioso mal diseñado en un laboratorio.
Cuando de hecho se desató histeria mundial fue con la pandemia del SIDA. Encima de la prolongada agonía física, psicológica y emocional, los afectados del síndrome sufrieron rechazo completo, agravado por todas las admoniciones sociales, morales y religiosas de una sociedad nocivamente heterosexual. Como es de esperarse, fueron las artes (la literatura, pero especialmente el cine), las que de inmediato salieron a la defensa de quienes perdían incluso el apoyo de sus familiares y amistades. Una película que trata de la investigación científica de las causas y la cura del virus de inmunodeficiencia humana es: En el filo de la duda/And The Band Played On (1993), un docudrama que ayudó a la demitificación de la enfermedad y a instruir, asi en esos términos, a las masas sobre la humanidad de los pacientes con SIDA. (Esta enfermedad, no olvidemos, todavía hoy en día está manchada de estigma social, especialmente entre los fundamentalistas evangélicos.)
Pensando en todo esto, recordé que uno de los casos de SIDA más conocidos en el mundo literario fue el de Reinaldo Arenas. Y no puedo dejar de pensar en la muerte verdaderamente tormentosa de este gran escritor cubano, quien curiosamente llegó a sentir que su enfermedad era diseñada por el hombre. En el prólogo de Antes que anochezca lo menciona:
“El SIDA es un mal perfecto porque está fuera de la naturaleza humana y su función es acabar con el ser humano de la manera más cruel y sistemática posible. Realmente jamás se ha conocido una calamidad tan invulnerable. Esta perfección diabólica es la que hace pensar a veces en la posibilidad de la mano del hombre. Los gobernantes del mundo entero, la clase reaccionaria siempre en el poder y los poderosos bajo cualquier sistema, tienen que sentirse muy contentos con el SIDA, pues gran parte de la población marginal que no aspira más que a vivir y, por lo tanto, es enemiga de todo dogma e hipocresía política, desaparecerá con esta calamidad.”
Es curioso, pero muchos hemos llegado a pensar lo mismo del Covid. Y es que para los gobernantes que ocultamente albergan ideas malthusianas sobre las causas de la pobreza, estas enfermedades son maná caído del cielo. Existe algo siniestro en la manera en que los que están en el poder le sacan provecho a la miseria --literalmente, a la pobreza, a las enfermedades y a la muerte misma--, desde la cuna hasta la tumba.
Con todo lo mencionado anteriormente, es fácil entonces no caer en más teorías conspirativas y pensar que detrás del debacle global y la que ha parecido una insidiosa postergación (léase negociación) de la cura y la vacunación, esté involucrada la mano siniestra de un científico psicópata que nos amenaza con una catástrofe malthusiana*.
(*Según la teoría del economista británico, el Reverendo Thomas Robert Malthus (1766-1834), la población crece exponencialmente, mientras que la producción de alimentos apenas crece aritméticamente. Por consiguiente, a no ser de las guerras y las pestes, se desataría una explosión demográfica que llevaría al fin de la humanidad... para el año 1880.)
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