martes, 7 de diciembre de 2021

Rafael Cuevas Molina / Polen en el viento: Los otros migrantes



Rafael Cuevas Molina (Guatemala, 1954) Destacado historiador, escritor y artista plástico. Licenciado en filosofía y magíster en historia cuyos estudios ha llevado a cabo en Rumanía y Costa Rica. Doctor en Historia por la Universidad de La Habana, Cuba. Connotado investigador y especialista en problemáticas y temas referentes a la construcción de identidades culturales y nacionales en América Latina y, especialmente, de Centroamérica, ha publicado numerosos artículos, libros, ensayos, novelas, poemarios y ha realizado exposiciones de sus obras plásticas en Costa Rica, Guatemala y Cuba. Ha publicado siete novelas: Vibrante corazón arrebolado (EUNED, 1998), Al otro lado de la lluvia (EUNA, 1998), Pequeño libro de viajes (EUCR, 2000), Los rastros de mi deseo (Editorial Cultura del Ministerio de Cultura de Guatemala, 2001), Recuerdos del mar (EUNED, 2002), Una familia honorable (F&G Editores y EUNED, 2005), Visita al poeta (EUNED, 2007).







Trasfondo histórico

Por muy delicado y poético que suene el título de la novela de Rafael Cuevas Molina, una vez dilucidamos sus partes, de inmediato advertimos las implicaciones: los riesgos del hacer suerte en otro país, porque no todos los suelos son un lecho de flores; y, lo más impactante, porque no han sido vientos sino vendavales los que han venido arrastrando a los miles de Centroamericanos que han tenido que huir de la violencia y sus consecuencias a causa de las guerras civiles durante las décadas de los 80 y 90. Mortíferas décadas que además de la devastación de poblaciones enteras, también comprenden uno de los éxodos masivos en la historia de Latinoamérica. La mayoría de nosotros está muy bien informada de la migración norte de guatemaltecos, salvadoreños y últimamente hondureños (en otras circunstancias), pero pocas veces reflexionamos sobre la otra migración, la migración sur de los nicaragüenses que han buscado refugio tanto económico como político en Costa Rica desde los inicios de la revolución sandinista hasta nuestros tiempos. Y he ahí el tema de la más reciente novela de Rafael Cuevas Molina, un conocedor de la historia de nuestras golpeadas hermanas repúblicas.

Primaria ha sido la experiencia de quien ha vivido en Costa Rica por 37 años. Quién mejor que el autor para comprender de discriminación y sufrimiento (aunque no sea personalmente) como también amparo, tolerancia y hermandad de parte de los anfitriones. Esa misma experiencia, que podemos llamar íntima, de pronto lo motivó a escribir el drama particular de una familia nicaragüense que, ante las circunstancias de pobreza, decide migrar a Costa Rica. Así es, los nicaragüenses, los otros migrantes, conocen bien de ese otro peregrinaje al país hermano que durante la revolución y luego la guerra de los Contras les tendió la mano, en los momentos más críticos de los conflictos armados, cuando los nicaragüenses, víctimas del sabotaje más vil, se veían acorralados por la indigna y servil colaboración de las Fuerzas Armadas de Honduras con los Contras, ambos bandos financiados y armados por Estados Unidos.

Luego de ser urgencia, la migración sur se volvió tendencia. Cerca de 300,000 nicaragüenses residen en Costa Rica en la actualidad. Según informes del Instituto Nacional de Estadística y Censo (CINEC), la migración de nicaragüenses a Costa Rica siempre se dio, pero se aceleró vertiginosamente entre los 90 y el 2000. La última ola migratoria se aceleró en el 2018 con la crisis política y la violencia a causa de la dictadura de Ortega-Murillo. No obstante estos datos que los reproduzco para presentar un trasfondo histórico-demográfico, debo mencionar que la novela no trata de cuestiones migratorias propiamente, sino del efecto emocional y psico-social que este fenómeno ha tenido en las vidas de personajes —de una familia en particular—, que sin duda son reflejo de la realidad.

 

La novela como revelación de tragedias personales

Bien sabido es que el arte de novelar nuestra realidad ha sido un oficio obligatorio para muchos escritores centroamericanos. Los informes y las estadísticas deshumanizan y hasta trivializan el sufrimiento humano. En el caso particular del tema migratorio, en ningún momento concebimos la complejidad emocional y psicológica de la experiencia migratoria al leer ensayos o artículos periodísticos y menos a través de informes estadísticos. Razón por la cual de primeras advertí el valor de esta obra que resulta ser un perfecto ejemplo de la intrahistoria. Rafael Cuevas Molina nos describe, con detalles confesionarios de parte de los personajes, el efecto inmediato que tiene la historia contemporánea en el individuo, en la familia, en la identidad tanto personal como nacional. Debo mencionar que, siendo el autor un reconocido historiador, ensayista, novelista y estudioso de la cultura centroamericana, no me sorprenden los conocimientos que fundamentan esta obra, pero sí me asombró la minuciosidad afectiva (que uno no espera de un intelectual) con la que describe los aspectos psíquicos y emocionales de estos personajes. La novela tiene el valor agregado del lirismo y el alma que buscamos, el pathos que procuramos interiorizar al leer todo trabajo literario.

La novela está estructurada en siete partes, cada una de cuales relata en primera persona y en tercera persona las experiencias de cada miembro de la familia, tanto en Nicaragua como en Costa Rica. De manera que tenemos breves capítulos a modo de relaciones personales que en la mayoría de los casos es desconocida por el resto de la familia, conformando toda una trama de complejidad psicológica.

La historia de la familia comienza con la relación de Rebeca, la hija mayor, quien desde un inicio nos presenta al que considero el personaje implícitamente principal (aunque en ausencia). Jorge Maradiaga Salvatierra, el primero de la familia en migrar a Costa Rica, no sin antes cavilar y vacilar ante todos los riesgos, es el centro de convergencia no por ser un arquetipo del patriarca (porque no lo es), sino porque yace en su lecho de muerte y su condición ocupa y preocupa sobremanera la vida de su esposa y sus hijos. Debo mencionar que, no obstante la formidable posibilidad de haber escrito una novela centrada en el “patriarca” en su lecho de muerte, Cuevas Molina optó por una exposición democrática del núcleo familiar no sin perder de vista el objetivo de representar la insignificancia del individuo ante los obstáculos de la sociedad. La obra cumbre sobre un patriarca en su lecho de muerte que se me vino en mente, sólo al leer la segunda parte correspondiente a Maradiaga, fue La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, novela que trata, entre otros temas, de la participación del protagonista moribundo en la revolución mexicana. De similar manera, utilizando varias técnicas narrativas, en una de las primeras representaciones, casi delirando, el personaje Maradiaga relata en monólogo interior:

Aparecen junto a mi cama de hospital los muertos de entonces, eternamente jóvenes y entusiastas, irreverentes, creyendo fervientemente que por fin habíamos llegado al cielo prometido, a la tierra de leche y miel a la que cantábamos en los himnos.

Oigo con tanta claridad los bombazos y los gritos que casi se me zafa el tubo que tengo incrustado cuando vuelvo la cabeza. ¿Por qué no pienso en Victoria y en mis hijos que son lo más importante del mundo? No lo sé, no tengo capacidad para comprender lo que me pasa […].

La tremenda ironía de haber sobrevivido la guerra de los Contras para luego perecer ante el virus del Covid, en patético anonimato, es un efecto que se va desarrollando en silencio por los demás familiares para no exponerse a más discriminación. En cuestionas de trama, no pudo haber aspecto mejor logrado por Cuevas Molina que crear un personaje en circunstancias de ser víctima del virus de nuestros tiempos y a la vez no convertirlo en protagonista. He ahí lo que para mí es la variante bien lograda de la composición de esta novela. Porque un novelista es un compositor que orquesta ya sea un poema sinfónico de un solo tema y tono o una obra polifónica. Polen en el viento es una novela polifónica, sin caer en excesos del lenguaje o de los puntos de vista narrativos. La segunda parte, como ya mencioné, describe la peripecia de Maradiaga y revela la agonía no sólo personal sino también de una noción de patria. Desde su lecho de muerte, Maradiaga delira y se cree aún en trincheras. Compuesto por varios capítulos, esta parte también describe (en tercera persona) tanto su participación en las milicias sandinistas y su desilusión al verse inmerso en contradicciones, conflictos internos de los sandinistas y hasta planes de sedición a las que nunca cedió. Esta parte es crucial y comprende la causa histórica que lleva, primero a la fragmentación de la familia y luego a la reunión de la misma, pero ya en otra tierra, en lo que podríamos llamar el exilio económico.

No quiero elucubrar sobre las posibilidades narrativas en el caso que Cuevas Molina hubiese decidido que Maradiaga fuera el narrador central, pero el hecho que no cedió a ello supone una visión más abarcadora de la experiencia emocional y psicológica de los miembros de la familia, centrando el asunto en el duro encuentro de los mismos con la realidad de ser personas no gratas en la sociedad costarricense. Todos los miembros de la familia reflexionan sobre la difícil situación económica, social y emocional en un país que los tolera, pero donde mucha gente los desprecia. La condición de clase pobre de esta familia los expone a las bien conocidas relaciones de poder. Todos se ven en apuros por realizar sus objetivos, los padres por brindarles una mejor vida a los hijos y los hijos por realizar sus metas personales y académicas.

Como ya se mencionó, todo acontece alrededor del padre quien, como agravante de la situación precaria en la que vive la familia, yace agónico a causa del virus en una cama de hospital, razón por la cual nadie lo puede visitar. Su esposa Victoria está al borde de perder la cordura y los hijos se desdoblan emocionalmente con el temor de perder a la persona que se sacrificó por darles una mejor vida. Me pareció un acierto de parte de Cuevas Molina introducir el efecto dramático que tiene la pandemia en la trama familiar, sin hacerla del todo el tema central. Dado que el hecho de ser nicaragüense y encima estar infectado del virus, pone en peligro a toda la familia. He ahí el momento peripecia, lo que hace de esta novela una tragedia familiar, una tragedia que se va desencadenando a través de los años, gradual y penosamente, narrado todo en retrospecciones y en actualizaciones. A medida que leemos sentimos la abrumadora situación que va creciendo y acosando a los que ya sienten que han perdido el amparo buscado en su imaginada tierra prometida: por una parte, la angustia de la madre y por otro el trastorno de los jóvenes quienes son los que más tratan con los costarricenses (el antagonista colectivo en la novela), se abisman hacia un final anticipadamente temido.

Los menores de la familia, reflejan más el desdoblamiento psicológico. Tanto Rebeca como Darío, el hermano menor, sufren de problemas de identidad. Por haberse criado más en Costa Rica pasan por ticos (perdieron el acento nica), pero en el fondo sufren el estigma social. Rebeca parece superar estos conflictos internos, se siente de ambos países, pero aun así oculta mencionar que es nicaragüense. Como se manifiesta en el caso de Darío, quien teme perder a su novia costarricense, encima de ser nicaragüense, siente que el tener a un familiar infectado del virus, lo destruiría por completo, que esto sumaría a las otras razones de ser el menoscabado chivo expiatorio. Con la pandemia la familia entera vive atemorizada de ser descubierta y ser agredida. Todos se sienten observados y vigilados.

La cuarta parte de la novela se ocupa de los orígenes de la familia. Victoria, la esposa de Maradiaga, llena el espacio maternal y emotivo del núcleo familiar. Su personaje, en un estado de angustia por la posible muerte de Maradiaga, encarna el dolor que todos los demás encubren. Siempre sufrió por la ausencia de Maradiaga durante la guerra, pero ahora en el presente sufre su angustia mayor al saber que él puede morir sin siquiera poder verlo. Victoria no es un personaje sin sus propios méritos heroicos. Ella también participó en la fundación de la nueva sociedad nicaragüense. Siendo maestra participó en las campañas de alfabetización y fue durante estas expediciones a la frontera con Honduras donde conoció a Maradiaga. Es notable, como sucede en muchas familias latinoamericanas, cómo todo tiende a gravitar alrededor de la mujer en casos de aflicción emocional. Victoria es el nervio familiar y su condición no le permite figurar o emprender. En Victoria recae el peso de todo lo que sufre la familia, las necesidades básicas, la agonía de Maradiaga y los complejos de sus hijos (ella sabe pero calla todo). Es en ella también se advierte más el sentimiento de impotencia. De ninguna manera el personaje de Victoria es llano o pasivo. Victoria demuestra más complejidad psicológica y capacidad de superar adversidades. Pasa de ser maestra en Nicaragua a ser empleada doméstica, y contiene sus padecimientos y pesares para no afectar a sus hijos. Victoria sobresale entre todos como la persona con más entereza, pese a que a veces se desmorona emocionalmente. Y es este el aspecto que permanece en suspenso, porque todo parece dirigirse a un final inevitable. La gran interrogativa es: ¿En qué terminará esta desafortunada familia?

Antes del final, se presenta un personaje terciario, Melania, la novia de Darío. Es notable que, a diferencia de las representaciones de los miembros de la familia propiamente, la caracterización de Melania se siente forzada, casi una intromisión. El tono de la narración incluso carece de la emotividad y del efecto catártico con que están esbozados los otros personajes. El estilo narrativo es más expositivo que novelesco y esto a mi ver opaca las virtudes narrativas del autor, aunque no afecta la intención de exponer la situación de conflicto reprimido. En esta sexta parte, se describe la familia disfuncional de Melania y el desprecio que su madre Andrea tiene para con los nicaragüenses. En una ocasión, Melania le comenta a Darío, que su madre “ve nicas contagiados por todo lado…”. Es notable que la función de esta parte es, además, presentar lo superficial que es Melania (de pronto estereotipo de la tica bella), pero más que todo sacar a superficie la actitud que tienen muchos costarricenses para con los nicaragüenses.

Grave también el hecho que Darío ha ocultado su verdadera identidad y a menudo tiene que escuchar los comentarios discriminatorios y ofensivos de su suegra, los cuales siempre acusan a los nicaragüenses de ser los culpables de traer el virus a Costa Rica. En el último capítulo Darío decide revelar parte de su secreto a Melania, que su padre está infectado del virus. Aquí entonces culmina todo con un decaimiento del estado de ánimo tanto de Darío como de Melania. Darío se distancia. Todavía guarda el secreto mayor, que es nicaragüense.

En la séptima y última parte confluye todo en la gravedad de Maradiaga y la angustia de Victoria. Nada parece haberse resuelto en la familia, todo lo contrario, se ha complicado. Vale mencionar que debido a la experiencia que tiene Cuevas Molina en el arte de novelar, esta historia de familia nunca cede a lo melodramático. Polen en el viento exterioriza un tema que debe ser penoso secreto de familia para muchos, tanto para nicaragüenses como para costarricenses. Debo agregar que en ningún momento el narrador en tercera persona (el médium del autor) ataca con represalias personales a los costarricenses. El autor se distancia debidamente, como todo buen escritor, del objeto de la denuncia; porque la novela por ser ficción no deja de denunciar el injusto trato que reciben muchos nicaragüenses migrantes. No hay duda que Polen en el viento es una novela esencial para comprender, desde la intimidad, la experiencia de ser nicaragüense pobre y migrante en Costa Rica. Y la novela cumple a cabalidad con aquel precepto del arte poético de Horacio, de ser una obra dulce et utile.

                                                    León Leiva Gallardo

 

sábado, 6 de noviembre de 2021

PATERSON / DE POETAS REMISOS

 

La mayoría de las películas de Jim Jarmusch describen la vida de personajes solitarios que pasan por un momento o un periodo absurdo de su vida. Paterson (2016) es un ejemplo exacto, como también fue Broken Flowers/Flores rotas, 2005. Como sabrán, Jarmusch se dio a conocer con el público en general con sus dos grandes producciones: Deadman y Ghost Dog: The Way fo the Samurai. Paterson, que es una producción menor y de limitado presupuesto, afirma el ingenio de hacer buen cine con pocos recursos, gracias al excelente reparto: el magnífico actor Adam Driver (Paterson) y la versátil actriz iraní Golshifteh Farahani (como Laura, su esposa).

Desde Strangers in Paradise (Extraños en el paraíso), con el que obtuvo el Caméra d'Or en 1984, este adusto director del estado de Ohio, se ha convertido en el productor de cine independiente por excelencia. Jarmusch es un sigiloso y recatado narrador de ambientes y tramas absurdos, a menudo intervenidos con humor seco y con cierto desafecto.

Este es el caso de Paterson, anecdotario sobre un personaje marginal, un poeta insulso y de poco talento, quien lucha diariamente con su estancada existencia en un pueblito de su mismo nombre (Paterson, New Jersey). Vale mencionar que estos elementos de coincidencias intencionadas de Jarmusch (como los encuentros con gemelas durante los siete días de la semana) conforman lo absurdo, ya que el poeta favorito de Paterson es William Carlos Williams, autor del extenso poema “Paterson”. El ensimismamiento, el solipsisimo, de Paterson no podría llegar a más extremo en un mundo rodiado de Patersons.

Todo se va agravando a medida que pasa cada día de la semana. El primer indicio fue su encuentro con una niña de unos 12 años quien le lee su hermoso poema que a él, con su limitado talento, nunca se le habría ocurrido. Paterson queda pasmado y de pronto (me parece) se da cuenta de su mediocridad. Paterson lo memoriza y se lo recita a su esposa, quien, con típico politeness, el amable consentimiento de los estadounidenses, le dice amorosamente que él también es un gran poeta. Laura es tan amorosa como diligente como ama de casa y con ciertos talentos (cuestionables). Laura (léase la de Petrarca) es en el fondo la culpable del continuo desaliento de su querido esposo. Y Paterson le sigue escribiendo poemitas en su atesorado cuadernillo de apuntes.

Jarmusch es despiadado y en cada día de la semana reanuda la rutina de Paterson con escenas dulzonas de parte de Laura, quien le insiste que él es un “gran” poeta y que debe, por lo menos, hacer fotocopias de sus poemas (los que escribe en un cuadernillo que lleva a todas partes). Paterson le promete que lo hará, pero no antes que, en un momento de humor patético, su perro le destroza por completo el cuaderno. Ese día Paterson pierde su obra completa. Aunque Jarmusch practica el recato, la templanza, cauterizando toda herida antes de que se derrame el sentimentalismo, la vida interior de Paterson ha sido destrozada.

Al final de la película, Paterson se va a caminar a solas y se encuentra con un turista japonés: un seguidor de William Carlos Williams en busca de anécdotas sobre el poeta. Paterson le pregunta al turista si es poeta y el turista le afirma que sí y que por eso ha viajado a esa ciudad. El turista, luego de conversar mucho sobre la poesía y al darse cuenta de que Paterson sabe mucho de los grandes poetas, le pregunta a Paterson: ¿Y tú? ¿Eres poeta también? Y, en un momento de resignación, Paterson le responde algo dubitativo: No. No, no soy poeta. Soy conductor de autobús.

A propósito de los poemas que se usaron en el rodaje, son del poeta estadounidense Ron Padgett. Debo mencionar que no soy, para nada, aficionado de la poesía fácil ni del estilo conversacional o los textos de pequeñas y banales experiencias. Me quedo con las metáforas, los símiles y toda la simbología universal. Los poemas de Padgett que se usaron eran de una banalidad indescriptible, insulsos, absurdos. En cambio, sí me fascinó el poema de la niña (Water Fall, que resulta ser la lluvia) y que fue escrito por el mismo Jarmusch. No puedo afirmar que todo el film sea un juicio literario de Jarmusch, pero definitivamente tiene todos los elementos para serlo.



sábado, 3 de julio de 2021

Amapala: De Puerto Libre a ZEDE

 

                                                                                                Puerto de Amapala (circa 1905)

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En la calle de la Santa Cruz en el barrio El Centro de Amapala, donde jugaba cuando niño, siempre vi dos vehículos estacionados: el Jeep de mi padre, Armando Leiva Streber, y el Kübelwagen de Don José María Thomé. Ambos "viejos" eran respectivamente descendientes de familias alemana y suizo-francesa, que llegaron a Amapala a finales del siglo XIX. En esos años, a finales de los 60, ni me imaginaba los derroteros de la historia y la razón por la cual dos pertrechos vehículos de la Segunda Guerra Mundial estaban estacionados en la calle donde vivía. Poco advertía que la decadencia de Amapala había comenzado con la Segunda Guerra Mundial. 

Sucedía que los hábitos de consumo de la clase media de Amapala estaban dictados por fuerzas económicas foráneas que también incidían en la cultura y hasta en la idiosincrasia. Las familias que vivían o tenían propiedades en la pequeña calle de La Santa Cruz, los suizos-franceses del último vestigio del antiguo emporio portuario (la Casa Uhler), los Lavergne, los Leiva-Barbieri, los Agasse, los Thomé, los Abarca, los Streber, todas estas familias estuvieron vinculadas a las grandes casas comerciales que dominaron la economía del sur de Honduras: la Casa Rossner, la Casa Kohncke y la Casa Sierke (en Choluteca). Estas casas comerciales en una suerte de oligopolio alemán manejaban el comercio (importación-exportación), transporte, industria maderera, minería, agricultura y ganadería en el sur de Honduras.

Mi primer encontrón con la historia como fuerza viva fue cuando soldados del ejército llegaron a pedirle, a exigirle, el Jeep a mi padre, para patrullar la isla durante la Guerra de las Cien Horas con El Salvador, en un Julio de 1969. Curiosamente, nunca más vi el Jeep de mi padre y tampoco el Kübelwagen de don Chema Thomé. Y todo pasó a la fugacidad de la memoria porque luego apareció una Willis nueva estacionada frente a mi casa. La Willis (Chevrolet) era símbolo palpable del nuevo orden económico impuesto por Estados Unidos a sus neo-colonias. Por otra parte, la "desaparición" del Jeep debió haber sido un indicio o una advertencia de los abusos del Estado. En aquellos tiempos de dictaduras militares, los civiles eran, de hecho, silenciados. 


                                        La Casa Uhler ubicada entre calles La Marina y La Santa Cruz)



Amapala es uno de los municipios más jóvenes del sur de Honduras, apenas fundado en 1833, y cuyos pobladores en su mayoría llegaron de otras partes de la región (Honduras, El Salvador y Nicaragua) y del extranjero: Italia, Alemania, Francia, Suiza, España. El fundador del municipio fue el Italiano Carlos Dardano (por concesión del presidente Ferrera). En un informe de 1838 expedido por los ingleses que pretendían apoderarse no sólo del Sur sino de todo Honduras, la isla no estaba muy poblada y los pocos habitantes eran indígenas asimilados a la cultura mestiza, quienes se dedicaban a la pesca más que a la agricultura. De manera que no existía Amapala y no había infraestructura alguna, más que las chocitas de los pocos pescadores y campesinos. Se tiene por explicación que los pobladores lencas abandonaron la isla, huyendo de los piratas (entre ellos Drake) y que por eso la isla quedó despoblada. Otra razón pudo haber sido la erupción del volcán Cosigüina, considerada una de las más grandes del mundo, y que impactó toda la zona del golfo. Se puede aducir entonces, que el crecimiento demográfico en la isla se debió a los migrantes nacionales, regionales y extranjeros que llegaron con el auge del puerto, cual ya para 1875 comenzaba a ser el más importante del sur de Honduras. 

     Cónsules europeos en Amapala (circa 1910)

Con los años, Amapala se fue convirtiendo en uno de los puertos más importantes del sur. Como todo puerto, fue lugar de influjo de cientos de campesinos, pescadores, obreros, artesanos y, lo más importante para la economía portuaria: estibadores y lancheros. Sin los lancheros y "mecapaleros" como se les llamaba comúnmente a los trabajadores que a diario cargaban y descargaban los barcos, el puerto no habría funcionado porque la mercadería se transporta en lanchas o lanchones. 



El influjo de extranjeros de clase media y clase empresarial tanto de Europa como de la región centroamericana, fue sin duda "la maquinaria" para que el puerto funcionara internacionalmente. Profesionales de todas partes prestaban sus servicios en la distintas casas aduaneras y casas comerciales. El dominio económico de los alemanes, italianos y suizo-franceses, a principios de siglo, resultó en una clase exclusiva de apoderados, asistidos por una clase media compuesta por profesionales de todas las disciplinas y una clase obrera y artesanal. Las diferencias de clase eran tajantes. Las condiciones de poder de los empresarios (sin mucha ostentación) era exclusivista. Por más trabajo que hubiera para la mayoría de los obreros y artesanos, los salarios eran patéticos y las condiciones de vida eran de pobreza absoluta. Esto era inconcebible en un país desarrollado como Alemania o Suiza; pero un país en vías de desarrollo, apenas salido del quasi feudalismo de los hacendados, se presentaba como la norma. Aunque había educación gratuita, la mayoría no continuaba después del sexto grado de primaria. En cambio, los jóvenes de la clase empresarial viajaban a estudiar a Europa y los de la clase media, en Tegucigalpa, San Salvador, o León (Nicaragua).

                 Casas comerciales y aduana                        

Para finales de los años 60 cuando yo jugaba futbol en la calle de la Santa Cruz, el gran auge había desvanecido como una era romántica de ilusos enamorados. Muchos de los "viejos" se quedaron con las costumbres de poder, pero en forma de  nostalgia. Ahora que recuerdo el Jeep de mi padre y el Kübelwagen de Don Chema Tomé, me pongo a pensar lo bella que fue mi niñez, pero porque viví los últimos buenos aires del puerto. Como niño de la clase media tenía de todo y no merodeaba en mí preocupación alguna.



Mas cuando regresé a Honduras en 1978, luego de estar estudiando en Chicago, me encontré con un puerto fantasma. En las instalaciones portuarias vueltas barracas entonces nos acosaban los navales. La clase empresarial y la clase media había desaparecido. Los navales se habían tomado el puerto. Establecieron su propia policía e intimidaban a la población con simulacros de toques de queda y ejercicios de guerra. No hay duda. Clausurar el puerto de Amapala fue la idiotez más grande cometida por un gobierno: era como reducir las fronteras marítimas del país y mucho más impactante, privarles de sustento a cientos de trabajadores. 

La decisión no fue basada en previsiones económicas, sino en intereses particulares. El ingeniado puerto de Henecán se convertiría en un drenaje de lodo que sangraría el erario del pueblo para mantenerlo a flote. Políticos apátridas de móviles personales favorecieron las ambiciones de empresarios nacionales cegados por la avaricia y de esa manera descartaron el potencial de una bahía natural, idónea para un puerto moderno, cuyas características eran similares a la bahía de San Francisco, según lo observó William V. Wells en su libro Exploraciones y aventuras en Honduras (1857). 

Desde el establecimiento del puerto libre en 1846 hasta la fatídica clausura del mismo en 1978, los gobiernos de Honduras no vieron por los intereses ni siquiera nacionales, y mucho menos por las nacesidades de la población amapalina. La iniciativa capitalista de modernización, a mediados del siglo XIX fue desaprovechada y la mentalidad concesionaria continuó hasta que la Segunda Guerra Mundial y la prevaricada "infiltración nazi", sirviera de pretexto para que el dictador Carías Andino confiscara los bienes de los alemanes. Dichos bienes fueron aprovechados por particulares o subastados a otros empresarios apátridas, entre cuales figuran ciertos nombres árabes. 

De manera que las empresas de inversión extranjera del país siempre han sido saqueadas por la clase más abyecta de la población: la clase política. De ninguna manera pretendo volver exentos de culpa a los empresarios nacionales; sabemos que son tan depredadores como los extranjeros y que hacen pactos de sangre con los políticos más corruptos. La premisa es que detrás de toda inversión, ya sea nacional o extranjera, siempre está la mano latrocina del político. Sé que peco de obviedad, mas se debe reiterar que nuestro subdesarrollo no es del todo culpa de políticas colonizadoras del Imperio; también es el resultado de la  avaricia y la bajeza de empresarios y políticos nacionales. Sépase que donde se maquina desmedido desarrollo capitalista, siempre perece el desarrollo humano. Ni el liberalismo del siglo XIX ni el neoliberalismo del siglo XXI han tenido como objetivo el bienestar de la población más necesitada.

En el año 2033 Amapala cumple 200 años de existencia como entidad municipal y las condiciones de pobreza absoluta en la isla ahora se ocultan tras fachadas repelladas y pintadas para dar el aspecto de bienestar. Las carencias de adecuada alimentación, vivienda, servicios de salud, servicios públicos (agua potable y electricidad), y educación son alarmantes. Las calamitosas condiciones de subsistencia y la total negligencia para con los niños, niñas, y jóvenes pobres en particular, abisman a una población ya al borde de la descomposición social. 

      Invasión en los escombros del Casino
Lo irónico es, y aunque sea obvio lo reitero, lo doloroso es que todo aquel aparente bienestar general de Amapala fue una suerte de incursión de apoderamiento por fuerzas económicas extranjeras que en ningún momento se les cruzó por la mente ver por el bien de los pobres de antaño tampoco. Y ¿por qué lo habrían de hacer?, si eso nunca ha sido el fin de los inversionistas. Se vendió antes y se volverá a vender el territorio nacional a cambio de una "promesa" de desarrollo capitalista. Patético es también que lo que en antaño fue auge y una esperanza de vida, ahora es una fatua nostalgia que sólo perdura en las generaciones que vimos las últimas luces del puerto. No nos dejemos llevar de nuevo por una ilusión.

Fatídica, la historia es un torbellino que sacude siempre a los más débiles. De nuevo deviene otra ola de promesas inversionistas extranjeras, denominadas ZEDE (zonas de empleo y desarrollo económico). Como historia de la infamia o infamia de la historia, Amapala, aquel idóneo puerto libre, cual podría considerarse el primer experimento de ciudad modelo: resultó ser un fracaso nacional, pero debido la injerencia misma de los políticos en cuestiones de desarrollo económico (léase latrocinio). Se debe tener en cuenta que los inversionistas europeos del siglo pasado, aunque sí recibieron concesiones, no recibieron completa libertad y mucho menos en cuestiones de gobernabilidad. A finales del XIX, la administración de Marco Aurelio Soto, unos de los gobiernos salvables del país, guardó cierto respeto por la soberanía territorial. Lo mismo no se puede decir del actual gobierno como lo demuestra el capitalismo brutal al que pretenden ceder el país.

Según un reciente informe de NACLA*,  tanto los actuales habitantes como los futuros "residentes" en estas zonas quedarán al arbitrio de un gobierno privado. Por lo tanto: "El despojo de tierras es una preocupación fundamental de las comunidades. La ley ZEDE le otorga al Estado hondureño la facultad de expropiar tierra para el desarrollo o la expansión de cada zona, lo que debe ser compensado, pero no puede ser impugnado por las y los poseedores." Además que, según el mismo informe: "A pesar de una retórica de libertad y elección, es probable que la residencia en ZEDE esté restringida, incluso entre ciudadanas y ciudadanos hondureños." De manera que es muy probable que los habitantes pobres de estas zonas sean desplazados ya sea por expropiación como por requisitos arbitrarios de residencia.

Un artículo que nos informa con detalles las irregularidades de la ley de ZEDE fue escrito por el periodista Carlos Dada y publicado por la revista EL Faro de El Salvador**. En esta nueva incursión del siglo XXI, son los miembros exclusivos de una verdadera organización criminal quienes han maquinado y orquestado la implementación de las ZEDEs en Honduras. Amapala está en la lista. Ojalá la historia no nos arrase como un vendaval inmundo, que nuestros pobladores empobrecidos no sean desterrados como los garífunas de sus morenales. A veces me pongo a soñar que, de pronto, con una economía centrada más en los servicios que en la industria o la portuaria, de pronto, los amapalinos y las amapalinas logren una vida mejor. Pero el vendaval Historia-Realidad me despierta de todos esos delirios. 

AMAPALA DICE: NO A LAS ZEDEs!


                                            (León Leiva Gallardo)

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* Informe publicado por NACLA, North American Congress on Latin America (Congreso Norteamericano sobre asuntos latinoamericanos): "Avanza un gobierno privado en Honduras" (La Carta de la Primera Zona de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) de Honduras revela los peligros del nuevo modelo de enclave para la soberanía popular. Sitio Web: https://nacla.org/honduras-zede-gobierno-privado)

** "Honduras y su experimento libertario en el golfo de Fonseca", Carlos Dada. El Faro: https://elfaro.net/es/201704/centroamerica/20283/Honduras-y-su-experimento-libertario-en-el-golfo-de-Fonseca.htm


sábado, 19 de junio de 2021

Uno Maíz: El fruto de los dioses de León Leiva Gallardo















Mucho antes del suceder de la noche, antes del mar en suspenso, antes de las tinieblas, el mundo tenía una sola dimensión y sucedió que era el vacío. En el vacío volvería a suceder el relámpago con su hacha de luz, partiendo el espejo del cenit y el nadir. Primero el surco del relámpago, luego el golpe del rayo, después el estertor del trueno. Así se formaría el horizonte y los cuatro rumbos del mundo. Así sucederían el Padre Único, el creador y el formador, los tres latidos del Corazón del Cielo: el alumbramiento del mundo.

    Trece cuentas largas más allá de los inicios —después de los seres fallidos, los hombres de madera— en el Corazón del Cielo se imaginan dos espigas, una blanca y una amarilla. Las espigas se desnudan, se mezclan, se muelen, y comienzan a suceder las nueve sustancias que darían sangre, fuerza y tejido a la creación del hombre.

    La creatura era de belleza terrenal, hechura del cielo, del relámpago que escinde la oscuridad con el golpe del rayo y estremece y alumbra el horizonte. La creatura era de tal belleza terrenal que llegó a opacar el Corazón del Cielo. El Corazón del Cielo, desde la oscuridad, sucede los vientos de Hurakán, aventando tinieblas en los ojos de su creación.

    Luego llega a suceder que, al principio, los ojos de la creatura se nublan cual un espejo ante el aliento de un ser invisible.

    Al principio, el ser de la mirada nublada, el Primer Padre, tenía cuatro caras, cuatro rumbos: uno rojo, uno negro, uno blanco y uno amarillo. Después de las tinieblas solamente habría de alzar su ensombrecido rostro hacia el firmamento, pues no habría de saber el dónde ni el adónde de la noche, ni el origen ni el fin de la misma. Alzaría su rostro, el Primer Padre, hacia el Corazón del Cielo y pediría a los creadores y los formadores que llegara el alba. Así sucedió que en el firmamento apareció la Estrella de la Mañana para avisarle, para advertirle al Primer Padre, que cerrara los ojos pues ya era hora que naciera la Estrella Mayor. Se ocultó el mundo de nuevo bajo su mirada hacia adentro, y al instante mismo llegó a sentir el pulsar de la vida: las nueve sustancias fluir por los ríos de su amanecido cuerpo, la fuerza encenderse en las yemas de sus enrarecidos dedos y la imaginación esclarecerse en su recién henchido corazón.

    Trece cuentas largas más tarde, cuando abrió los ojos de nuevo, se sucedió en un nuevo mundo esclarecido. El Primer Padre estaba en medio de un extenso campo de espigas blancas y amarillas, en medio de una milpa inmensurable. Vegetales y altivas las espigas se alzaban hacia el lampo soleado y la dimensión infinita. El Primer Padre, vital y revivido, quiso dar un paso hacia adelante y palpar, oler y probar una de las espigas, pero al momento mismo del intento sintió que su mirada se dividía hacia los cuatro rumbos del universo. Mas no tuvo miedo. Sucedió con voluntad las nueve sustancias de su sangre, la fuerza de sus brazos y sus piernas, dando así el primer paso hacia la carne de su devenir.

    El Primer Padre sucedió en los cuatro rumbos, su paso se multiplicó en cuatro y así surgieron, del surco del relámpago en la tierra: Balam Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam. Los primordiales ancestros. Nuestros primeros ancestros. Nacieron así Balam Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah e Iqui-Balam, y escucharon, o imaginaron escuchar, la voz única del Primer Padre en sus adentros. El Primer Padre les decía, en el lenguaje de los dioses, que desde las tinieblas de su mirada había visto otro mundo, les dijo:

    “Cuando cerré los ojos y rogaba al Corazón del Cielo que al fin llegara el alba, soñé que había nacido de las fauces de una inmensa serpiente y que me había quedado quieto por una cuenta larga, hasta que, ya tornado joven y fuerte, caí en un lugar acuoso y oscuro. Caí en el cenote de la tierra que se llama Xibalbá. En Xibalbá, en ese lugar frío y oscuro, en Xibalbá, lugar de la muerte, en una encrucijada de cuatro caminos, uno rojo, uno negro, uno blanco y uno amarillo, me enfrenté a nueve guerreros quienes me hacían por decapitar, con las hojas filosas de la obsidiana. Decapitar me querían los nueve guerreros con las hojas de la obsidiana. Pero sus intentos fueron inútiles para con mis fuertes brazos y mis piernas lijeras. De tal manera que tuve que seguir uno de los caminos, auyentado por otra voz más adentro que me decía que siguiera el camino negro, que era el de la vida.

    “Seguí mi camino en busca de una Montaña Escondida, en busca del lugar del sustento, y en el curso de un río de sangre me encontré con nueve jóvenes desnudas. Al principió creí que eran sierpes aviesas de los ríos, pero después sentí cómo desnudaban mi cuerpo y lo untaban con las aguas enrojecidas del río de sangre. Aunque el mundo hondo de Xibalbá es oscuro y frío, el río de sangre y las nueve jóvenes desnudas eran tibias y puras. Las nueve jóvenes desnudas rociaron mi cuerpo con el agua tibia del río. Las nueve jóvenes desnudas purificaron la frialdad de Xibalbá y me ataviaron el cuello con diminutas esferas y cilindros de jade enverdecido y una pequeña concha nacarada: para que aprendiera a medir mis pasos, a contar mis días y a suceder mis movimientos hacia los lugares del mundo.

    “Después, en el suceder del sueño, mi fin fue buscar la Montaña Escondida. Mi fin era encontrarme con los dioses remeros. Nueve dioses remeros me llevaron en sus canoas. Me ayudaron para que no anegara mi fin en las frías aguas de Xibalbá. Con sus canoas y sus remos me llevaron hasta que finalmente dimos con la Montaña Escondida. Una vez en el lugar indicado, caminé por la falda empinada y encontré el sitio del sustento. Mi fin era recoger espigas blancas y amarillas, y, como fin que era mío, las guardé en un cesto guarnecido en mi pecho. En el lugar del sustento sucedí a la Casa Levantada y a un ceibo, el Árbol Sagrado de los formadores. De regreso los dioses remeros me llevaron de regreso y me ayudaron a salir de las profundidades de la tierra de regreso.

    “Mucho antes de despertar, por último, les digo a ustedes los primeros hombres, que apenas logré salir por la grieta estrecha de una cueva donde imaginé cráneos de luz maravillosa. Los cráneos daban luz y señal del mundo oculto y frío de Xibalbá. Así fue que al fin volví a nacer, como si hubiera vivido eternamente y hubiera salido del caparazón de un lagarto.

    “Una vez de regreso en nuestro mundo, salieron a encontrarme dos reales jóvenes gemelos. Me dijeron que eran los héroes gemelos Hunahpu y Xbalanqué, enviados por Corazón del Cielo. Los dos me coronaron con hojas frescas de la mazorca, las espigas blancas y amarillas, y en el cesto contaron las desgranadas cuentas de variados colores, de todos los colores del mundo, las cuentas que ellos llamaban ‘las semillas del fruto’, y de las cuales me dijeron, ‘de las semillas del fruto estás formado y darás alimento a los hombres’. Esto me decían los héroes gemelos. Los héroes gemelos recitaban las palabras de los cielos y me repetían:

Creador del cosmos y la tierra, dador de alimento y alimento; alumbramiento sol y sustento, carne y sangre del hombre, espiga blanca y amarilla, en tu pecho llevas guardadas del fruto las sagradas semillas.

Creador del cosmos y la tierra tu nombre es Uno Maíz, Uno Maíz es tu nombre, porque eres el Padre Primero, ni más ni menos que el primero... aunque el cero es el vacío, aunque el vacío es el cero...

 “Cuando desperté de tan maravilloso viaje, ya el sol estaba en su rumbo incandecente. Al abrir los ojos y salir del sueño que parecía eterno, el campo, donde ustedes ahoran respiran y caminan, ya estaba sembrado de las sagradas espigas blancas y amarillas. Así sucedió que di el primer paso hacia el día, porque sabía que todo aquello se había hecho como deben ser hechas todas las cosas buenas de este mundo.”

    Estas palabras escucharon, o sucedieron escuchar, los primeros ancestros. Así decía la voz de Uno Maíz a nuestros primeros ancestros, quienes llegarían a ser obedientes y llegarían a venerar a sus dioses. De tal manera, de hechura de los dioses, poblaron la tierra y sus cuatro rumbos, y se dirigieron a los cuatro caminos: uno rojo, uno negro, uno blanco y uno amarillo. Así poblaron el mundo nuestros primeros ancestros, y del mismo fruto del cual estaban formados, del mismo fruto alimentaron a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Así también veneraron al Primer Padre, Uno Maíz, a quien llamaron Yum Kaax.

    Con el transcurrir de las cuentas largas y otros trece baktunes, alejándose en memoria de sus ancestros, los Hombres de Maíz sucediéronse en muchas generaciones, hasta que llegaron a volverse olvidadizos. En su olvidadiza imaginación se les comenzó a engendrar la duda de que si todo el sueño de Uno Maíz, fuera solamente un sueño. Comenzaron a dudar nuestros Hombres de Maíz y comenzaron a sentirse también parte del sueño original de Yum Kaax, Uno Maíz. Así vino a ser que los hombres se fueron quedando con la mirada nublada, sin los surcos del relámpago, sin los golpes del rayo, sin los estertores del trueno, avisos lejanos del primordial mundo oscuro y vacío. Pues poco se imaginaban que ya habían transcurrido otros trece baktunes y se asomaba de nuevo el eterno ciclo de la sombra y la frialdad, designios del gran dios creador Hunab Ku, quien gesta con los tres latidos del Corazón del Cielo

    Llega a suceder entonces que de esta hechura se forma y se transforma el Primer Padre, Uno Maíz: el dios de los frutos y el fruto de los dioses, el alimento de los hombres. Llega a suceder también que después de esta olvidada creación quedan en el presente inadvertidos todos los hombres de la tierra, nubladas sus miradas a la voluntad del eterno retorno.

                                                    (del libro El pordiosero y el dios de León Leiva Gallardo)



miércoles, 14 de abril de 2021

Poemas varios de León Leiva Gallardo

         Estos poemas se publicaron en Tríptico: Tres lustros de poesía (MediaIsla Editores, 2015) 

 

León Leiva Gallardo (Amapala, Honduras). Narrador y poeta.

Trayectoria. A mediados de los 90 aparecen sus primeras publicaciones de poesía y cuento en las revistas Fe de erratas (Chicago, IL), Luvina (UdG, México) y Agenda del Sur (Quilmes, Argentina). Su obra también se publica en antologías bilingües, entre cuales Astillas de luz/Shards of Light (Tia Chucha Press, 2000) y En el ojo del viento/Into the Winds’ Eye (John Barry, 2004). En sus viajes a Honduras y a México escribe apuntes y crónicas que luego habrían de convertirse en las novelas Guadalajara de noche (Tusquets Editores, 2006) y La casa del cementerio (Tusquets Editores, 2008). En ese mismo periodo aparece la coedición Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago (Editorial Vocesueltas). Después de un largo hiato reanuda sus expediciones con Tríptico: tres lustros de poesía (MediaIsla Editores, 2015) y Breviario (Ediciones Estampa, 2015), esta última con ilustraciones de arte que forman parte de la Biblioteca Americana de la Galería Estampa de Madrid. Su más reciente publicación, El pordiosero y el dios (MediaIsla Editores, 2017) reúne una selección representativa de su narrativa breve. 




Una gota negra del infinito

Sabe que hay poetas que creen haber derramado lágrimas mismas del universo. Aquéllos que pretenden haber procurado entre sus manos una gota esencial de la noche —como diría Zbigniew Herbert, una gota negra del infinito—, en la cual habrían de descubrir el numen de la imaginación humana, la conmoción del ser. Pero, me pregunto, ¿hasta qué punto puede llegar la pretensión y la afectación del hombre? A propósito de lo cual incluso este, vuestro servidor, modesto versista, confiesa haber fingido tardes de lluvia en las que se ha aliado a dicho panteón de ilusos prosistas de lo inefable, escribas de lo que no se puede explicar con signos ni cifras. Sepámoslo, a veces Damián tiene razón, hay mucho de nada en casi todo lo que pretende el hombre en los momentos ocurrentes de su llanto.




Era una especie rara


Como la lágrima de un dios

que hubiese engendrado las aguas

como la ciega luz de la nada

que hubiera alumbrado el todo


era una sustancia suma y rara

esencia sin fin —mas precisa—

solitaria y a la vez concebida

en mares lagos ríos y remansos


solitaria y a la vez conocida

sombra de su propio hacedor

era fija y distante reflexión

de una estrella azul y fenecida


era un diminuto ser en vía

de cambio y permanencia

su mismo cuerpo era su vientre

su misma sangre era su mente


era una célula-óvulo a la orilla

indecisa entre la tierra y el mar

privado protozoario del nadir

privado de principio y de fin…



Hombre a la deriva


Qué es un hombre a la deriva 

un equilibrista 

un personaje sin trama 

sin conclusión sin peripecia


acaso este hombre espere su destino 

como si fuera un viaje mal sorteado 

como una de esas fugas que acaso fueran de amnesia 

tal vez espere una magnífica guerra mundial 

o el impuntual esparcimiento de un meteoro 

dirigido exactamente al solar baldío de su alma


este pobre hombre suspendido

espera y espera 

quizá un milagro o un nuevo acontecer 

de esos que ya no se hallan en los templos

ni en las cátedras ni en los alzamientos

espera y espera el equilibrista el impacto quizá

de un instinto dormido

el brote de una desaparecida manera de ser


pero sépanlo ustedes que este ser a la deriva 

no aspira a un simple cambio de piel 

ya ha vivido varias metamorfosis fallidas 

ya fue ingenuo como un insecto huésped

ya fue sabihondo como un cuervo 

tenaz como un lobo estepario 

y también perro de la incertidumbre


¿qué espera entonces este hombre a la deriva?

¿ser inconsciente como una célula madre?


(espérense)


como todo ser demasiado humano 

el tipo ha surgido de la ignorancia a la sabiduría 

de la sabiduría a la incertidumbre 

de la incertidumbre hasta este punto…

hasta caducar agotado como un breviario

como un augur cínico y dudoso

que ahora padece de no poder concebir su fin 

el pobre hombre a la deriva


Al principio: solar baldío


I

No recuerdo el alma

imagino el cuerpo inhabitable

que pena por ella


no voy a llamarlo cadáver

y menos desalmado:


he pensado en 

indolente

maldito

cínico

pero nada de esto lo comprende


me rindo

a él mismo cedo la palabra

era un imperfecto.


II


Solía llamarse el Imperfecto

hijo de mar enfermo

falto de numen en la zozobra de la tierra


en las noches de lluvia

se aliviaba con el agua dulce

que hacía que su casa oliera

a teja mojada


su casa era una bóveda burda

el cielo raso en la oscuridad 

se le volvía todo un firmamento:

en sueños logró domar deseos

y en las pesadillas

su propio bestiario de constelaciones


bastaba tener miedo para ser dios

y crear dioses


fue así como el cielo raso

llegó a ser el solar de la discordia

donde sus avatares murieron en cruenta lid

y la sangre se derramó en la aurora


hasta que al fin llegó la luz mayor 

a cegar todos los rescoldos

ese día salió al patio de su casa

—a ver los remanentes de la noche—

y se dio cuenta de que no era un jardín

y tampoco un panteón

sino un solar baldío



Breves variaciones del tema


Todos lo hemos hecho alguna vez

echarnos en la yerba la tierra o la arena

cerrar los ojos para descartar realidades

sentir que la niebla cenicienta del silencio

nos incorpora a la espesura de la noche

y luego convertirnos en seres primordiales 

para abrir los sentidos y ver sentir escuchar

por primera vez la grave sinfonía del todo


una vez incorpóreos—primitivos que somos—

descubrimos que la eternidad está también

en cada vello en cada poro de nuestro cuerpo


acariciamos la grama la tierra o la arena

y palpamos la piel misma del universo

nos entusiasmamos soñamos y enrarecidos

viajamos por los laberintos fractales

hasta que nos percatamos de que en verdad

todas las estrellas del oscuro abismo

nacieron desapercibidas de nosotros 

los seres vivientes


la palabra misma lo explica—eternidad—

infinito absoluto que es demasiada luz

para un par de extraviados ojos

de un hombre y una mujer


era de esperarse entonces que al final del juego

—el sonido del silencio abrumando el frágil cuerpo—

nos sintiéramos invadidos por la nada


pero el ingenio humano es tan emprendedor

y aprovechándonos del estado aún primordial

comenzamos a inventar los instrumentos

que nos permitirían hacer las variaciones 

sobre el tema original —la eterna sinfonía—


antes de levantarnos teníamos que ponderar

la manera de ver sentir y escuchar al universo

y lo logramos por siglos y los siglos mas

mortales fallidos que éramos confundíamos

las variaciones del tema con el tema original


entonces dejamos de ser primordiales

y volvimos a ser simple hombre—y—mujer


ahora siendo todos demasiado humanos

a nosotros los mortales nos duele comprender 

que también somos variaciones del tema

breves variaciones del tema



La noche: Invención del hombre, el odio y el amor


I

Antes que el hombre

antes que Dios

hubo la noche


La noche no es la sombra del día

ni el día el lado claro de la noche

la noche es la sombra de sí misma

el día es el lado claro de sí mismo

el día es distante luz extinta

la noche es unidad con el sí mismo


II

A la noche no le da vergüenza

todo lo que se hace y se deshace en su penumbra

al día le caen todas las culpas


El odio y el amor

son depredadores noctámbulos

devoran a la misma presa


Pero el hombre es sabio 

cuando logra habitar la noche

la noche con virtudes y deliquios


El hombre que logra habitar la noche

es el ser más bello del mundo

el monstruo de la ecuanimidad

el ángel del exterminio

es decir 

lo más parecido a un dios

lo más parecido a sí mismo


III

El astro cero arroja los planetas con centellas multifarias

el ojo negro traga los planetas con su punto ciego nulo

para después tragarse a sí mismo:

como lo hace Dios en la unidad de la noche


Lo que sucede después de la catástrofe

del incesto cosmogónico

se llama caos y cosmos:

el odio y el amor


IV

Dios se da a luz a sí mismo eternamente

con absoluto amor

con odio absoluto

eternamente Dios se aborta a sí mismo 


El hombre

huérfana criatura del tiempo

insignificante homínido del azar

apenas sueña el sí mismo:

no nace el hombre todavía


Ergo


Pensar que la noche es meramente estar sujetos a una sombra cíclica.

Pensar que el día es la radiación estelar, apenas,

que el trinar de los pájaros y demás sonidos naturales

son la manifestación del hambre, la rutina de la fauna.


Pensar que al develar todo lo bello que nos rodea,

nos damos cuenta que también somos parte de un nicho ecológico,

que nuestros deseos están vinculados a un ímpetu ancestral y prístino,

que nuestros sentimientos son también un trinar, 

un oleaje aromático de flor, 

un mecanismo evolucionado para preservar nuestras vidas.


En fin, llegar a pensar que lo bello no es bello,

que lo feo no es feo,

que el mal no es la otra cara del bien,

sino la misma reflejada en un enigma, 

y que la muerte y la vida no son existencias transitorias,

sino incidencias sobre el plano oblicuo del tiempo:


pensar todo esto es, justamente,

el ocaso inexorable de nuestra conciencia.



Concibe a Leviatán


Sabe que hay un barco en la bahía 

sabe que es un buque inmenso  

como un fiordo que se eleva desde el fondo 

se han espantado los peces con el mugido 

que desciende desde su costillar de cetáceo 

—ventrudo obeso ahogado— 

pronto ovulará inmundicias  del color del caviar   

con sabor a caviar 

la bahía se convertirá en mar negro 

 

II 

Ah, Leviatán, 

¡no! Damián no es capaz de lanzarte un arpón 

tumefacta su mano reza presa a un canutero  

está a punto de firmar el cuaderno de bitácora 

su corazón está en tinieblas 

su pulso falsea como un compás  

endemoniado 

 

III 

Todo apunta a que el universo  

sea una bellísima composición 

pero las claves de su significado 

están a años luz de su sepulcro 

 

IV 

Cómo le hace falta el vino sagrado 

con que los dioses liban y se burlan de su mortalidad  

ese fruto lo sembró y cosechó él mismo: 

 

que los dioses no esperen más que vinagre  

en la pira del sacrificio


Últimas palabras de Judas Iscariote


Vi cómo las almas salían de los cuerpos:

alma delicada, roja miel, traicionera.

Vi la falsa campana oscilar como péndulo,

de comienzo a fin, fin comienzo, sempiterno.


Vi desdichados tropezar con más desdicha,

los humildes buscar, en el ojo del ojo,

la venganza de sus mejillas indignadas:

vi el ojo, cada vez más grande, de la aguja


dilatarse al pasar la sacra luz del oro.

Vi los crucifijos forjados cual espadas,

traspasando el miedo del corazón converso.


Vi a los desamparados morir de hambre,

las mujeres caer al fondo desde el cielo.

!Y el cielo: nublado, nublado, nublado!



La pasión según Diógenes de Sinope


¿A qué objeto se refieren mis pasiones?

¿En qué transe iluso habrán permanecido,

vacilando entre espíritu y materia,

cual si fuesen ánimas sin suerte, sin vida?


¿En qué humedad se anegan mis ideas?

¿Qué secreciones secuestran mis palabras?

Ni que fueran unciones, pócimas suicidas,

para catar, para callar, para acabar conmigo.


¿Será que estoy cerca al brocal —de la cicuta—,

sin haber siquiera oído al oráculo palpitar,

sin haber siquiera imaginado el clarín del gallo?


!Qué irrisorio entonces se torna este final

en cuyo empeño arrastro el bulto del sí mismo,

como un martirio absurdo, inútil: cínico!


El ajedrez de los dioses


juego de reyes y rey de los juegos

cómo sabes reducir la espera vital

otorgándole a la palabra número 

desmintiendo el logos y el todo


ajedrez combinatorio espacial

cómo designas las frías losas

donde los fatuos pasos del rey

siempre terminan en la nada


en las vetas de tu falso laberinto

hombres y mujeres igual sueñan

ser las piezas mayores cuando


en las eternas noches de insomnio

indolentes los dioses se entretienen 

con la ciega fidelidad de los peones




miércoles, 24 de marzo de 2021

José Antonio Domínguez: pesimista o fatal

 


Siempre he tenido cierta fascinación por las ideas, nociones o actitudes pesimistas y panteístas en los poetas de finales del siglo XIX en Honduras. Coinciden, y son dos poetas que puedo llamar fundacionales de la lírica hondureña, José Antonio Domínguez (1869-1903) y Juan Ramón Molina (1875-1908). Debo mencionar que José Antonio Domínguez es un desconocido para muchos lectores y lectoras, quizá opacado por la notoriedad que tuvo su coetáneo Juan Ramón Molina, quien ha sido considerado nuestro poeta laureado por excelencia. También resalto el hecho que a Domínguez, si se le menciona, es por su conocido Himno a la materia, con el cual vierte sus conocimientos científicos, su panteísmo y, de pronto, el cuestionable fatalismo con el que, como explica el crítico literario Héctor Leyva, se ha encasillado nuestro carácter nacional. 

A propósito, creo que es de suma importancia para los estudiosos y estudiosas de nuestra literatura nacional, conocer el minucioso trabajo de investigación y la selección poética basada en fuentes primarias (los manuscritos del propio poeta) que Héctor Leyva realizó: José Antonio Domínguez: Obra poética escogida de sus manuscritos 1885-1903. También recomiendo su ensayo El fatalismo en la literatura y la cultura de Honduras, en el que presenta cuestionamientos sobre el presunto "fatalismo" del que padecemos. Interesantísimo que en este ensayo, Héctor Leyva hace referencias directas, de hecho citas, a dos escritores que en el siglo pasado anunciaron de una manera u otra que Honduras habría de desaparecer. Como sabemos, los comentarios recientes del famoso Harari anunciando lo mismo para el 2050, demuestra que la maldición del fatalismo en Honduras, como lo insinúa Leyva, es una manera fácil y escapista de explicar lo que no necesita tanta ponderación. Lo que yo personalmente pensé sobre el comentario de Harari, es que de nuevo las teorías foráneas vienen a encasillarnos, a pretender encerrarnos en una celda, y no en una celda como la del Artista de hambres de Kafka (a propósito de la literatura) ni como la jaula de hierro de Weber (a propósito la cultura en general), sino en una celda como en las que tienen enjaulados a los migrantes en los Estados Unidos: para que dejemos de existir como seres libres y pensantes. 

Siguiendo la misma veta insidiosa, por muchos años, teóricos estadounidenses especialmente, nos han atribuido a todos los latinoamericanos también padecer de problemas de identidad; y lo absurdo es que muchos catedráticos latinoamericanos han sido repetidores y repetidoras de este concepto eurocéntrico. Nunca me he tragado esa píldora. Siempre lo he interpretado de esta manera: cuando suponen y difunden en ensayos académicos la noción de que no tenemos identidad, eso es análogo a la noción conquistadora/colonizadora, aquélla se acuerdan, que decía que los "indios" no tenían alma. Todo esto es descartable por supuesto; pero hasta la fecha, como ya he mencionado y también lo ha apuntado Leyva, todavía nos persigue "lo fatal", un concepto insidioso y derrotista.

Lo fatal siempre ha sido un leitmotif en la literatura occidental y estuvo muy en boga durante el modernismo; bien conocemos el famoso poema de Darío. Pues, sin entrar a más elucubraciones, creo que el fatalismo de nuestros poetas se suma a ciertas histerias colectivas que se dan entre escritores, especialmente entre poetas, como plagas del alma, a través de las épocas o períodos literarios. No hay duda de que Domínguez expresó un pesimismo acérrimo y lo demuestran sus poemas. A finales del siglo XIX, con el advenimiento del positivismo y la temida sustitución del hombre y la mujer por las máquinas, merodeaba tanto en Europa como en América ese otro fantasma pesimista y agorero. También en España y luego América infectada, se invadió el espíritu de un pesimismo cristiano existencial (recordemos La agonía del cristianismo de Unamuno). Era también un mal que sacudió a los intelectuales, novelistas y poetas, el conocido mal du siècle.

Seleccioné estos poemas de Domínguez porque creo que apuntan a todo esto que he mencionado. Para los interesados e interesadas en seguir leyendo a este poeta, recomiendo el libro de Héctor Leiva ya mencionado (ver imagen arriba).


José Antonio Domínguez (1869-1903)


LA RISA

Vive Dios que en verdad es siempre necio

el que la vida por lo serio toma.

Mejor mil veces es tomarla a broma

y sólo al goce tributarle aprecio.


Del drama y la tragedia tener precio

suele el dolor si embellecido asoma

por el arte, si no, sólo es carcoma

que merece la burla o el desprecio.


Hay que buscar el ridículo de todo:

El que hay en el mundo y en la vida,

pues el placer no existe de otro modo.


Alabemos la risa hermosa y fuerte

que escuda el corazón de tanta herida

y esparce la alegría hasta la Muerte.



ADIÓS

Si el astro rey de libertad se apaga

que da a las almas del honor la vida;

si se eclipsa tu sol, Patria querida,

y sucede a la luz la noche aciaga.


Si el crimen prevalece y se propaga

su influencia corruptora y corrompida;

si en ti tan sólo el desconcierto anida

y el exterminio a la honradez amaga.


Si todo ha muerto en ti, si ya ni aliento

de incorporarte en tu desdicha tienes

y está tu suelo para mí maldito...


Yo de ti Patria a mi pesar me ausento,

y hasta que luzcas en tus radiosas sienes

la augusta libertad, seré proscrito.


HUMANA

Si la conozco bien: si sé que es ella

frívola y desdeñosa y casquivana;

llena de gracia y como pocas bella,

pero de alma insensible, fría y vana.


Si sé que nunca del amor la estrella

en su camino ha de brillar ufana

porque es su pecho de granito y huela

dejar no puede la presión humana.


Si sé que es tan glacial como la nieve...!

Más, a pesar todo, cierto día

la vi leyendo y prorrumpir en llanto.


Duda extraña de entonces me conmueve:

¿Por qué si esa mujer es tan vacía

pudo ante un libro impresionarse tanto?



ENCAJE

Me agrada el plasticismo de la forma,

la corrección de líneas del trasunto,

la muelle morbidez de los contornos

y el relieve curvado de los músculos;

la frígida expresión de los perfiles

que animados parecen y están mudos;

el tesoro adormido de las gracias

y el nevado candor, casto y desnudo,

que en el bloque de mármol transformado

al golpe del cincel, diestro y fecundo,

ostenta la estatuaria en la flamante,

radiosa encarnación de un cuerpo ebúrneo:

¡como que tiene la materia tosca

un resplandor de lo divino oculto

que sorprende la mano del artista

y lo presenta deslumbrante al mundo!

¡Como que existe un fondo de hermosura,

de santidad y sensualismo puro

que como alma de todo lo terreno

emerge alado, incitador efluvio!

¡La armonía que ondula y cabrillea,

acaricia al contacto y tiembla al pulso

y con su hechizo lánguido que arroba,

tienta al deseo y predispone al culto!


LOS VERDUGOS

Sucedió en país lejano

y en remotísimo tiempo

que habiendo muerto el verdugo

para poder reponerlo,

ya que a muerte condenados

esperaban muchos reos

y era justo remitirlos

cuanto antes al cementerio,

se abrió un extraño concurso

para escoger al más diestro

entre los tres más insignes

aspirantes al empleo:

espadachines famosos

que al venir desde muy lejos,

para merecer el cargo

a combatir bien dispuestos

mostraban sus referencias,

sus rarísimos arreos

y su fecha indescriptible

y sus modales siniestros:

todo lo cual denunciaba

lo que decíase de ellos

y es que por diestros podían

al esgrimir el acero

cercenar una cabeza

como quien corta un cabello.

Así, pues, listo ya todo

en una plaza al efecto,

con la solemne presencia

del imprescindible pueblo

y del rey que presidía

el espectáculo horrendo,

al toque de los clarines

se dio al certamen comienzo;

y con el rostro ceñudo

y el ademán muy resuelto,

apareció con su espada

el aspirante primero,

y, con poderoso impulso,

de un solo arrogante tajo    

rodar hizo por el suelo,

la cabeza de un reo,

cual la pelota de un niño;

e hizo un saludo soberbio.

Resuenan por tal motivo

los aplausos con estrépito;

y ante esa potente muestra

de arte tan limpio y certero,

juzgan todos que es en vano

querer superar lo hecho.

Más, el segundo aspirante

se adelanta en campo abierto

con estudiada sonrisa

y con talante correcto;

y al cortar de un solo tajo

la cabeza de otro reo,

en el aire la recoge

con la punta del acero,

y con gracia la presenta

ante los ojos del pueblo.

Repercuten los aplausos

con entusiasmo frenético

y juzgan todos inútil

pretender mayor esmero,

porque imposible parece

aventajar tal extremo.

Mas el tercer aspirante

avanza humilde y modesto

con su espada bajo el brazo

cual cirujano perfecto,

y a un sentenciado se acerca

y con su acero al tocarle

al parecer sin esfuerzo,

le deja en paz para siempre,

aunque sin cambiar de aspecto

con la cabeza cortada

pero fija sobre el cuello,

como si estuviese vivo

cuando en verdad está muerto.

De asombro inaudito pásmase

aquel implacable pueblo,

pues lo que ve sobrepasa

los límites verduguescos;

y mientras aplauden muchos

y admiran todos lo hecho,

el rey se levanta absorto

sobre su elevado asiento,

y allí, de todos delante,

discierne el terrible empleo

al verdugo entre verdugo

que con arte sin ejemplo

y ejecución exquisita,

supo, la muerte encubriendo,

sin apariencia de estrago,

dejar como vivo al muerto.


HIMNO A LA MATERIA

¡Oh, materia sublime, eterna y varia,

que con el gran prodigio de tu esencia

y el arcano infinito de tus formas

como madre perenne, siempre joven

a quien su propia fuerza fecundara,

llenas la inmensidad del Universo

y eres causa y efecto misterioso

de cuantos seres bullen y rebullen

con aspecto de vida en los espacios,

desde los vastos mundos y los soles

que por la noche brillan como antorchas

suspensas en el éter cristalino,

hasta los invisibles infusorios

que habitan en miríadas y millones

en el fondo irisado de una gota

de rocío...!


¡Oh, prolífica y sagrada

materia que en el vasto mecanismo

de la augusta creación tienes tu imperio

de omnímodo poder, y a todas horas

ordenas y ejecutas por ti misma

las leyes admirables que presiden

la vida universal, diversa siempre

del coro de criaturas que en ti nacen

y a ti vuelven al fin: obras perfectas

en cuanto cabe serlo en lo infinito,

que ora inmensas cual moles desmedidas,

ora medianas, ora imperceptibles,

de ti el cuerpo reciben y el aliento

que sujeta sus órganos y hace

que cumplan por lo menos el destino

de nacer y morir!


¡Salve mil veces

oh, materia infinita y soberana!

De la que surge sin cesar creadora,

ordenándolo todo con maestría,

la fuerza, ese milagro portentoso,

especial de alma-mater de tu seno

que incontrastable, inteligente y pura,

cual si Dios mismo su poder rigiese

produce los fenómenos más grandes,

combina los agentes más fecundos,

da vida a los primarios elementos

y organiza la vida de los seres

que brotan de los mundos, de igual modo

que hace que giren éstos en sus órbitas,

por la atracción tan solo suspendidos

alrededor del sol!


En ti reside,

de ti dimana y hacia ti refluye

la vida universal que no se agota

y es como inmenso genesiaco río

que al recorrer su seno lo fecunda,

porque lleva en sus ondas la simiente

de que brotan en mágicos regueros

las vidas de que surgen nuevas vidas,

que al llenar su misión dejan el germen

de nuevos seres que al vivir difunden:

porque en el laboratorio de lo creado

en tanto que unos mueren otros nacen

y la vida se extiende y se derrama

buscando nuevos moldes y por último

se transforma y renace de la muerte

cual fabuloso Fénix.


¡Oh, materia!

Tú eres lo único eterno; tú no acabas:

tú no aumentas, tú no disminuyes:

eres principio y fin de cuanto existe;

de ti depende todo y a ti torna.

Eres la misma aunque diversa siempre,

pues tu esencia suprema, indestructible,

es tan compleja y a la vez tan una

que recorre una escala interminable,

de formas, de organismos y de vidas,

y en labor incesante por doquiera

renueva sus creaciones y persiste

esparciendo destellos de sí misma

que encarnan nuevas vidas cual si fueses

¡oh, materia! alma y vida del gran todo

llamado Creación.


Tú solamente

no has tenido alborada ni podrías

tener jamás ocaso. Cuanto alienta

lo mismo en lo pequeño que en lo grande

está sujeto al tiempo: vive y muere:

es decir, se transforma y en ti queda:

pues la vida del ser solo es fenómeno

de resplandor fugaz. Los mismos

soles y los mundos de fábrica tan sólida

tienen su fin; tras incontables años

llega el día en que extinto su calórico

giran en los espacios insondables

cadáveres helados e insepultos,

en tanto que quizás en otros cielos

nuevos mundos se forman donde pronto

brotarán nuevos seres.


¡Oh, prodigio!

Mas si la vida individual es breve

y pasa como sueños y luego se hunde

en la noche espantosa del olvido,

no es así la vida universal. En vano

la muerte apaga con su helado aliento

las llamas de la vida una tras otra.

Una vida en verdad es casi nada;

pero el conjunto inmenso de las vidas

que forman el vastísimo Universo

eso es algo magnífico y grandioso

que no puede abarcar el pensamiento,

que no puede extinguir soplo ninguno,

que a todo cataclismo sobrenada

y en inmortal cadena se prolonga

llenando lo infinito.


Lo que el hombre

llama muerte y la teme a cada instante,

es solo una apariencia, un accidente

que prepara ¡oh, materia! tus desechos

a nuevos organismos, sin que pueda

amenguar el poder de tus creaciones

porque previsto se halla y mucho sirve

en el plan colosal de sus sistemas.

La muerte para ti solo es acaso

como un abono que te das a ti misma

tal vez por mantener ágil e incólume

de tu vigor el germen patentísimo;

o quizás como un baño en cuyas aguas

rejuveneces tus gigantes miembros

por cuyas venas corre siempre nueva

savia de eternidad.


La muerte nunca

destruye, ni podrá de modo alguno

la más mínima parte de tu masa;

ella es quizá el agente más activo

que en el taller más inmenso de los seres

esparce los raudales de la vida

que de ti mana en incansables ondas.

Ella no mata; en realidad divide,

y separa elementos que bien pronto,

al combinarse en prodigiosas mezclas,

dan vida inesperada y repentina

a extraños organismos que se forman

como por ley fatal, pero que es siempre

la providencia eterna de las cosas

que también es corono deslumbrante

de sus grandes virtudes.


¡Oh, materia!

Sin duda cuando creas y transformas,

cuando enciendes la antorcha de una vida

o cuando apagas esa antorcha, no haces

ni bien ni mal: o al menos no meditas

tan extraños efectos que anonadan

la obscurísima mente de los hombres;

reside en ti la perfección suprema

de la inconsciencia que por ley divina

bajo el influjo de potentes causas,

lo mismo crea un mundo prodigioso

que da vida a un insecto. Eres hermosa,

eres sublime cuando das la vida

lo mismo que al quitarla en apariencia

sin que te importe a quién.


¿Sabes acaso

que el hombre, ese pigmeo miserable,

te desprecia creyéndose en la tierra

el rey de lo creado, un ser distinto

y superior a ti, que tiene un alma

en donde se concentra lo infinito

y eterno de las cosas, viva chispa

que no puede morir; porque su origen

arranca del aliento luminoso

del divino arquitecto de los mundos

del que sacó del fondo de la nada

el principio de todo, el caos mismo,

que al condensarse y adquirir contornos

te dio el cuerpo y la vida que trasmites

a cada ser que en la extensión vacía

se despierta a vivir?


¿Has hecho caso

jamás de sus abstrusas ambiciones,

engendros del delirio de su mente,

que a comprender no alcanza cosa alguna

de cuanto encierra el panorama espléndido

de la naturaleza que es tan solo

como un movible espejo de sus formas

diseminadas infinitamente

por los incalculables horizontes

apenas escuchados, porque nunca

la ciencia humana explorará el misterio

de tu extensión ni encontrará la clave

que la ayude a explicarse los enigmas

que ve por todas partes, ni siquiera

conocerá la esencia milagrosa

del átomo más leve?


El hombre iluso,

nacido del calor de tus entrañas

e hijo tuyo a toda hora, no comprende,

no quiere comprender, que su existencia

es como todo lo que alienta y vive

en la esfera del orbe, solamente

el resultado de fatales fuerzas

que por virtudes propias al fundirse

producen el fenómeno que informa

la gran vitalidad de un organismo;

no comprende que salvo la excelencia

de ciertas facultades que requieren

medios propios en él para externarse,

su vida se equipara por completo

a la de tantos seres multiformes

que como él también viven.


No comprende,

en su orgullo satánico engreído,

que su vida es levísima burbuja

que el roce más ligero despedaza;

no comprende que él es menos que un grano

de arena que se pierde y se confunde

en las inmensidades de un desierto:

átomo del océano infinito

que se piensa ¡oh blasfemia inexorable!,

imagen del Dios mismo. ¿Acaso ignora

que hay en el éter incontables mundos

superiores mil veces a la Tierra,

mundos que han de poblar sin duda seres

más perfectos que el hombre, ya en figura,

ya en fuerza y en facultad o porque tengan

más nobles atributos?


Pobre hombre,

infeliz individuo condenado

a ser el habitante de un planeta

de los más inferiores que gravitan

en el éter azul de lo insondable,

alrededor de un sol, como si fuesen

enormes colibríes revolando

en torno a inmensa flor. El hombre vive

sobre un planeta opaco y pequeñísimo

donde la vida es corta y sin objeto:

gusano miserable que se sueña

muchas veces gigante, y por desdicha

despierta de su sueño de locura

para caer en seguida en otro sueño,

y así pasa entre sombras y quimeras

hasta que muere al fin.


¿Acaso tiene

misión alguna individual el hombre?

¿No es verdad que a pesar de cuanto digan

sobre la triste tierra el hombre pasa

en perpetua niñez y luego se hunde

en la tremenda noche inescrutable,

sin dejar ni la huella de su paso,

porque implacable con su mano el tiempo

todo lo borra al fin? ¿Cuál es entonces

el destino del hombre? ¿Por qué vive?

¿A qué viene a este valle de miserias

si no es a perpetuar sin proponérselo

su propia imagen que al vivir prosigue

en la misma ignorancia, fatalmente

trasmitiendo la vida sin pensarlo

a nuevos infelices?


¡Ah!, la vida,

la vida individual es para el hombre

una cosa tristísima: hasta es justo

dejar que el pensamiento se solace

soñando nueva vida tras la tumba.

¡Es tan triste vivir breves momentos

para morir después, que a ser posible

fuera mejor exterminar la especie

e impedir que el dolor la perpetúe

vedándole al amor reproducirse!

¡Ay, infeliz del que por suerte cae

en el círculo odioso de la vida,

porque juguete de inclementes hados,

irá sin rumbo padeciendo siempre

hasta hallar su sepulcro...!


Mas, con todo

a pesar de que el mundo de los hombres

no nos brinda la dicha ni podemos

hallar un alto fin que satisfaga

nuestra osada ambición, es indudable

que el mundo, el Universo, cuanto existe

si no nos dan felicidad alguna,

tal vez porque jamás nos conformamos,

son un bello espectáculo, una cosa

tan grande, tan magnífica y sublime

que muchas veces sin quererlo el labio

lleno de admiración se abre entusiasta

para entonar un himno laudatorio

al estupendo autor de tanto hechizo,

de tanta maravilla incomprensible

y de tanto esplendor.


Cuando extasiado

contemplo la hermosura de un paisaje,

en la hora misteriosa del crepúsculo,

o admiro por la noche el firmamento

constelado de ardiente argentería;

cuando absorto y suspenso me divago

recordando en mi espíritu el efecto

de los mágicos cuadros que a mi vista

llenaron de estupor, ya en pleno bosque,

ya en las cúspides altas, o bogando

sobre el dorso del mar; yo me deleito

con transportes de gozo indefinible;

yo me alegro en verdad de la existencia

para ver y sentir, y dentro del alma

encontrar la certeza de algo grande

que eleva el corazón.


Cuando así pienso,

cuando el escepticismo se adormece,

a través de la fe yo miro el mundo

como amable mansión y hallo la vida

en conjunto de todos los hermanos

como un vasto taller de donde surgen

para la sociedad inmensos bienes,

el progreso constante, el noble imperio,

de la fraternidad, la dicha misma

brindando su porción a cada uno;

todos unidos en grandioso anhelo

cumpliendo algún destino se figuran

ver a Dios que les ve tras de las nubes

y les sonríe como padre amante

con entrañable amor.


Pero todo eso

es sólo un espejismo de la mente;

todos los seres que lo creado encierra

sólo somos visiones muy fugaces.

Todo fenece al fin, la vida es sueño

que se pierde entre dos noches abscuras.

La muerte misma es ilusión. Tú sola,

oh, materia grandiosa e ilimitada,

persistes sobre todo eternamente.

¿Eres hija de Dios? ¿Eres Dios mismo?

Yo no sé que eres tú, ni a ti te importa

que yo crea o que dude. Inexorable

y muda a mis preguntas permaneces

como si fueses sorda e insensible,

¿Qué le importa al coloso formidable

lo que piense una oruga?


Tú sin duda

no debes ni pensar. No te hace falta

porque tus pensamientos son acciones.

Eres tan grande, en realidad tan grande,

que delante de ti todo es pequeño.

Y pensar que muy pronto, yo si acaso

soy átomo que piensa porque vive

dejaré de alentar para perderme

y fundirme en tu seno hecho partículas

que la combinarse han de dar vida luego

ora a viles insectos y gusanos,

ora a yerbas y arbustos al mezclarse.

¡Pensar que este fenómeno radiante

de mi vida infeliz ha de extinguirse

cual si no hubiese sido!


¡Qué tristeza!

El hombre es en la tierra cual sonámbulo

que dirige fantástico destino

o torpe acaso sin razón ninguna;

mas, no les escarnezcamos, que no es justo:

su desgracia fatal no es culpa de nadie;

pues nada en realidad es malo o bueno.

Por eso resignado y conmovido,

yo te canto, ¡oh, materia despiadada!

Eres monstruo a la vez que santa madre;

mezcla de sombra y luz; conjunto inmenso

donde todo comienza y todo acaba

como en terrible mar. ¡Salve mil veces

cuna y sepulcro de los mismos astros!

¡Digna obrera de Dios!: ¡mil veces salve!


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