Estos poemas se publicaron en Tríptico: Tres lustros de poesía (MediaIsla Editores, 2015)
León Leiva Gallardo (Amapala, Honduras). Narrador y poeta.
Trayectoria. A mediados de los 90 aparecen sus primeras publicaciones de poesía y cuento en las revistas Fe de erratas (Chicago, IL), Luvina (UdG, México) y Agenda del Sur (Quilmes, Argentina). Su obra también se publica en antologías bilingües, entre cuales Astillas de luz/Shards of Light (Tia Chucha Press, 2000) y En el ojo del viento/Into the Winds’ Eye (John Barry, 2004). En sus viajes a Honduras y a México escribe apuntes y crónicas que luego habrían de convertirse en las novelas Guadalajara de noche (Tusquets Editores, 2006) y La casa del cementerio (Tusquets Editores, 2008). En ese mismo periodo aparece la coedición Desarraigos: Cuatro poetas latinoamericanos en Chicago (Editorial Vocesueltas). Después de un largo hiato reanuda sus expediciones con Tríptico: tres lustros de poesía (MediaIsla Editores, 2015) y Breviario (Ediciones Estampa, 2015), esta última con ilustraciones de arte que forman parte de la Biblioteca Americana de la Galería Estampa de Madrid. Su más reciente publicación, El pordiosero y el dios (MediaIsla Editores, 2017) reúne una selección representativa de su narrativa breve.
Una gota negra del infinito
Sabe que hay poetas que creen haber derramado lágrimas mismas del universo. Aquéllos que pretenden haber procurado entre sus manos una gota esencial de la noche —como diría Zbigniew Herbert, una gota negra del infinito—, en la cual habrían de descubrir el numen de la imaginación humana, la conmoción del ser. Pero, me pregunto, ¿hasta qué punto puede llegar la pretensión y la afectación del hombre? A propósito de lo cual incluso este, vuestro servidor, modesto versista, confiesa haber fingido tardes de lluvia en las que se ha aliado a dicho panteón de ilusos prosistas de lo inefable, escribas de lo que no se puede explicar con signos ni cifras. Sepámoslo, a veces Damián tiene razón, hay mucho de nada en casi todo lo que pretende el hombre en los momentos ocurrentes de su llanto.
Era una especie rara
Como la lágrima de un dios
que hubiese engendrado las aguas
como la ciega luz de la nada
que hubiera alumbrado el todo
era una sustancia suma y rara
esencia sin fin —mas precisa—
solitaria y a la vez concebida
en mares lagos ríos y remansos
solitaria y a la vez conocida
sombra de su propio hacedor
era fija y distante reflexión
de una estrella azul y fenecida
era un diminuto ser en vía
de cambio y permanencia
su mismo cuerpo era su vientre
su misma sangre era su mente
era una célula-óvulo a la orilla
indecisa entre la tierra y el mar
privado protozoario del nadir
privado de principio y de fin…
Hombre a la deriva
Qué es un hombre a la deriva
un equilibrista
un personaje sin trama
sin conclusión sin peripecia
acaso este hombre espere su destino
como si fuera un viaje mal sorteado
como una de esas fugas que acaso fueran de amnesia
tal vez espere una magnífica guerra mundial
o el impuntual esparcimiento de un meteoro
dirigido exactamente al solar baldío de su alma
este pobre hombre suspendido
espera y espera
quizá un milagro o un nuevo acontecer
de esos que ya no se hallan en los templos
ni en las cátedras ni en los alzamientos
espera y espera el equilibrista el impacto quizá
de un instinto dormido
el brote de una desaparecida manera de ser
pero sépanlo ustedes que este ser a la deriva
no aspira a un simple cambio de piel
ya ha vivido varias metamorfosis fallidas
ya fue ingenuo como un insecto huésped
ya fue sabihondo como un cuervo
tenaz como un lobo estepario
y también perro de la incertidumbre
¿qué espera entonces este hombre a la deriva?
¿ser inconsciente como una célula madre?
(espérense)
como todo ser demasiado humano
el tipo ha surgido de la ignorancia a la sabiduría
de la sabiduría a la incertidumbre
de la incertidumbre hasta este punto…
hasta caducar agotado como un breviario
como un augur cínico y dudoso
que ahora padece de no poder concebir su fin
el pobre hombre a la deriva
Al principio: solar baldío
I
No recuerdo el alma
imagino el cuerpo inhabitable
que pena por ella
no voy a llamarlo cadáver
y menos desalmado:
he pensado en
indolente
maldito
cínico
pero nada de esto lo comprende
me rindo
a él mismo cedo la palabra
era un imperfecto.
II
Solía llamarse el Imperfecto
hijo de mar enfermo
falto de numen en la zozobra de la tierra
en las noches de lluvia
se aliviaba con el agua dulce
que hacía que su casa oliera
a teja mojada
su casa era una bóveda burda
el cielo raso en la oscuridad
se le volvía todo un firmamento:
en sueños logró domar deseos
y en las pesadillas
su propio bestiario de constelaciones
bastaba tener miedo para ser dios
y crear dioses
fue así como el cielo raso
llegó a ser el solar de la discordia
donde sus avatares murieron en cruenta lid
y la sangre se derramó en la aurora
hasta que al fin llegó la luz mayor
a cegar todos los rescoldos
ese día salió al patio de su casa
—a ver los remanentes de la noche—
y se dio cuenta de que no era un jardín
y tampoco un panteón
sino un solar baldío
Breves variaciones del tema
Todos lo hemos hecho alguna vez
echarnos en la yerba la tierra o la arena
cerrar los ojos para descartar realidades
sentir que la niebla cenicienta del silencio
nos incorpora a la espesura de la noche
y luego convertirnos en seres primordiales
para abrir los sentidos y ver sentir escuchar
por primera vez la grave sinfonía del todo
una vez incorpóreos—primitivos que somos—
descubrimos que la eternidad está también
en cada vello en cada poro de nuestro cuerpo
acariciamos la grama la tierra o la arena
y palpamos la piel misma del universo
nos entusiasmamos soñamos y enrarecidos
viajamos por los laberintos fractales
hasta que nos percatamos de que en verdad
todas las estrellas del oscuro abismo
nacieron desapercibidas de nosotros
los seres vivientes
la palabra misma lo explica—eternidad—
infinito absoluto que es demasiada luz
para un par de extraviados ojos
de un hombre y una mujer
era de esperarse entonces que al final del juego
—el sonido del silencio abrumando el frágil cuerpo—
nos sintiéramos invadidos por la nada
pero el ingenio humano es tan emprendedor
y aprovechándonos del estado aún primordial
comenzamos a inventar los instrumentos
que nos permitirían hacer las variaciones
sobre el tema original —la eterna sinfonía—
antes de levantarnos teníamos que ponderar
la manera de ver sentir y escuchar al universo
y lo logramos por siglos y los siglos mas
mortales fallidos que éramos confundíamos
las variaciones del tema con el tema original
entonces dejamos de ser primordiales
y volvimos a ser simple hombre—y—mujer
ahora siendo todos demasiado humanos
a nosotros los mortales nos duele comprender
que también somos variaciones del tema
breves variaciones del tema
La noche: Invención del hombre, el odio y el amor
I
Antes que el hombre
antes que Dios
hubo la noche
La noche no es la sombra del día
ni el día el lado claro de la noche
la noche es la sombra de sí misma
el día es el lado claro de sí mismo
el día es distante luz extinta
la noche es unidad con el sí mismo
II
A la noche no le da vergüenza
todo lo que se hace y se deshace en su penumbra
al día le caen todas las culpas
El odio y el amor
son depredadores noctámbulos
devoran a la misma presa
Pero el hombre es sabio
cuando logra habitar la noche
la noche con virtudes y deliquios
El hombre que logra habitar la noche
es el ser más bello del mundo
el monstruo de la ecuanimidad
el ángel del exterminio
es decir
lo más parecido a un dios
lo más parecido a sí mismo
III
El astro cero arroja los planetas con centellas multifarias
el ojo negro traga los planetas con su punto ciego nulo
para después tragarse a sí mismo:
como lo hace Dios en la unidad de la noche
Lo que sucede después de la catástrofe
del incesto cosmogónico
se llama caos y cosmos:
el odio y el amor
IV
Dios se da a luz a sí mismo eternamente
con absoluto amor
con odio absoluto
eternamente Dios se aborta a sí mismo
El hombre
huérfana criatura del tiempo
insignificante homínido del azar
apenas sueña el sí mismo:
no nace el hombre todavía
Ergo
Pensar que la noche es meramente estar sujetos a una sombra cíclica.
Pensar que el día es la radiación estelar, apenas,
que el trinar de los pájaros y demás sonidos naturales
son la manifestación del hambre, la rutina de la fauna.
Pensar que al develar todo lo bello que nos rodea,
nos damos cuenta que también somos parte de un nicho ecológico,
que nuestros deseos están vinculados a un ímpetu ancestral y prístino,
que nuestros sentimientos son también un trinar,
un oleaje aromático de flor,
un mecanismo evolucionado para preservar nuestras vidas.
En fin, llegar a pensar que lo bello no es bello,
que lo feo no es feo,
que el mal no es la otra cara del bien,
sino la misma reflejada en un enigma,
y que la muerte y la vida no son existencias transitorias,
sino incidencias sobre el plano oblicuo del tiempo:
pensar todo esto es, justamente,
el ocaso inexorable de nuestra conciencia.
Concibe a Leviatán
I
Sabe que hay un barco en la bahía
sabe que es un buque inmenso
como un fiordo que se eleva desde el fondo
se han espantado los peces con el mugido
que desciende desde su costillar de cetáceo
—ventrudo obeso ahogado—
pronto ovulará inmundicias del color del caviar
con sabor a caviar
la bahía se convertirá en mar negro
II
Ah, Leviatán,
¡no! Damián no es capaz de lanzarte un arpón
tumefacta su mano reza presa a un canutero
está a punto de firmar el cuaderno de bitácora
su corazón está en tinieblas
su pulso falsea como un compás
endemoniado
III
Todo apunta a que el universo
sea una bellísima composición
pero las claves de su significado
están a años luz de su sepulcro
IV
Cómo le hace falta el vino sagrado
con que los dioses liban y se burlan de su mortalidad
ese fruto lo sembró y cosechó él mismo:
que los dioses no esperen más que vinagre
en la pira del sacrificio
Últimas palabras de Judas Iscariote
Vi cómo las almas salían de los cuerpos:
alma delicada, roja miel, traicionera.
Vi la falsa campana oscilar como péndulo,
de comienzo a fin, fin comienzo, sempiterno.
Vi desdichados tropezar con más desdicha,
los humildes buscar, en el ojo del ojo,
la venganza de sus mejillas indignadas:
vi el ojo, cada vez más grande, de la aguja
dilatarse al pasar la sacra luz del oro.
Vi los crucifijos forjados cual espadas,
traspasando el miedo del corazón converso.
Vi a los desamparados morir de hambre,
las mujeres caer al fondo desde el cielo.
!Y el cielo: nublado, nublado, nublado!
La pasión según Diógenes de Sinope
¿A qué objeto se refieren mis pasiones?
¿En qué transe iluso habrán permanecido,
vacilando entre espíritu y materia,
cual si fuesen ánimas sin suerte, sin vida?
¿En qué humedad se anegan mis ideas?
¿Qué secreciones secuestran mis palabras?
Ni que fueran unciones, pócimas suicidas,
para catar, para callar, para acabar conmigo.
¿Será que estoy cerca al brocal —de la cicuta—,
sin haber siquiera oído al oráculo palpitar,
sin haber siquiera imaginado el clarín del gallo?
!Qué irrisorio entonces se torna este final
en cuyo empeño arrastro el bulto del sí mismo,
como un martirio absurdo, inútil: cínico!
El ajedrez de los dioses
juego de reyes y rey de los juegos
cómo sabes reducir la espera vital
otorgándole a la palabra número
desmintiendo el logos y el todo
ajedrez combinatorio espacial
cómo designas las frías losas
donde los fatuos pasos del rey
siempre terminan en la nada
en las vetas de tu falso laberinto
hombres y mujeres igual sueñan
ser las piezas mayores cuando
en las eternas noches de insomnio
indolentes los dioses se entretienen
con la ciega fidelidad de los peones
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