jueves, 30 de agosto de 2012

Ivan Albright: Puertas con paisaje adentro


Puertas con paisaje adentro
                     León Leiva Gallardo
   Dorian Gray (de Ivan Albright)


Hace años, creo fue en la primavera de 1997, tuve oportunidad de apreciar una singular exhibición, una retrospectiva, de la obra de Ivan Albright en el Instituto de Arte de Chicago. Además de la más conocida de sus pinturas, “Dorian Gray”, la retrospectiva del centenario del nacimiento del pintor, oriundo de Chicago mismo, también incluía varios autoretratos, bodegones y lo que yo quiero llamar “umbrales”, sujeto-objeto pictóricos que nos indican —o advierten— el camino hacia lugares conocidos, desconocidos, temidos o preconizados.

Una de las obras que más me llamó la atención fue la rendición visionaria de una puerta en proceso de descomposición; por supuesto, la descomposición por la que se le conoce a este visionario, característica que reconoció de esta manera: “Importa poco si pinto una calabacita, un arenque rayado o un hombre… El espacio, la luz, el movimiento, la posición, tienen algo en común, y es la descomposición.”

La proclividad por lo descompuesto fue la signatura de la obra de Ivan Albright. No fue gratuito el hecho que, para la película del mismo título de la novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray (de Albert Lewin, 1945), le hayan comisionado el retrato más famoso de un personaje literario. Este cautivo carácter faustino del joven Dorian Gray no se pudo haber develado mejor que con el pincel de un agudo observador de la carne y la materia, objetos a los que Albright trataba o intervenía de la misma manera.

Aunque a Albright se le asociaba más con lo macabro, al conocer su obra podemos sacar otras conclusiones menos fáciles de explicar. La óptica propiamente mórbida, la necrosis y lo excremental no parece ser el resultado de una patología, sino de un proceso natural de decay, palabra que en inglés no es exclusivamente denotativa de la descomposición, sino connotativa del deterioro de lo inmaterial. El cuerpo de Dorian Gray se descompone porque su alma se deteriora. Lo que siempre observaba Albright en los objetos de arte era el deterioro, pero algo terriblemente carnal lo llevaba a pintarlo como un estado de descomposición: algo o alguien que se pudre, pero no muere. El deterioro de las superficies de los objetos parece tejido animal (o humano) en proceso de putrefacción. Algo que puede indicar que su visión es fetichista, un tipo de parafilia.


Poor Room–There Is No Time, No End,
No Today, No Yesterday, No Tomorrow,
Only the Forever, and Forever
and Forever without End
(The Window)

                                                                                           
Pobre Cuarto--No Hay Tiempo, Ni Final, Ni Hoy, Ni Ayer, Ni Mañana, Sólo el Para Siempre y el Para Siempre Sin Final (La Ventana)
1942-43, 1948-55, 1957-63
óleo sobre lienzo; 48 x 37 pulgadas
Instituto de Arte de Chicago


De ninguna manera pretendo denunciar a Ivan Albright de un fetichismo, o una patología, por los muertos o por los cadáveres. Esto se conoce como necrofilia, que no es deseo por lo descompuesto propiamente. Cuando ciertas proclividades o fetichismos se manifiestan en obras de arte, obviamente luego del proceso de sublimación, cobran otro valor y no deben tomarse “literalmente”, pese a que la duda nos mate.

La manera en que las artes se manifiestan admiten ciertas especulaciones. Con esto quiero decir que el pintor, para el caso particular de Albright, interioriza instrumentos ópticos de gusto personal, procedimientos de composición que reflejan (como espéculos, como analogías) nociones propias sobre el tema o el objeto de arte. Por ejemplo, el estilo conocido popularmente como preciosismo borra u omite toda referencia a la realidad que pueda ofender la belleza prefabricada del creador (y el destinatario). Sabido es que el impresionismo es una visión subjetiva del objeto de arte, mediante el cual la forma y el color son sometidos a “tonos” y “pincelazos” que enrarecen la realidad, haciéndola hasta cierto punto más visible y agradable, aunque a expensas de lo concebible, del contenido o del examen psicológico o social. El ojo clínico de Ivan Albright parece ser de un forense. No está solo en el universo de creadores de arte embebidos en temas como la muerte, la decadencia, la maldad, el crimen o la decepción:
“Aquello que debí haber hecho y no hice (La Puerta)”, como es titulada la pintura, me remitió a tantos umbrales. Aquí les dejo este para que pasen adelante.


That Which I Should Have Done I Did Not Do (The Door)
Aquello Que Debí Haber Hecho Y No Hice (La Puerta)


1931-41
óleo sobre lienzo; 97 x 36 pulgadas
The Art Institute of Chicago



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