A los que a menudo nos detiene la Historia
—como en una estación solitaria en la que
esperamos reanudar el tiempo—, nos
fascinan los escombros del pasado, los derruidos caserones donde convergieron
las voluntades de nuestro destino. Al asomarnos por las rendijas a entrever ese
ideado interior, habitado de voces ya extintas, y al reimaginar los
acontecimientos como lo hace Álvaro Rojas
Salazar en Ambos mares, nos volvemos
espectadores y también hacedores de un teatro de sombras.
De pronto Álvaro Rojas Salazar no haya advertido el gran potencial novelesco
que tiene este relato o crónica. Con una voz narrativa del cronista
conocedor de la historia, confecciona inconsútilmente entre el Rivas y el San
José del siglo XIX un retazo de vida de la compleja historia de la incursión de
William Walker en Nicaragua. Además de otros valores literarios de este relato,
me llamó la atención, luego de leerlo dos veces, el hecho que el texto sea, sin
intención de serlo, un pulcro bosquejo de lo que podría convertirse en una novela de largo
aliento.
(Walker fusilado en Trujillo, Honduras-1860)
Sabido es que la historia del atentado
esclavista de William Walker es material de novela. Fascinante e infame a la
misma vez, invasión filibustera que unió a los centroamericanos a expulsarla de
nuestras tierras (con la iniciativa de la Iglesia costarricense que financió reclutamiento
de ejércitos hasta la capitulación de la guerra, el fusilamiento de William
Walker en Trujillo, Colón (Honduras) en 1860, capturado por el ejército del poco conocido
General Xatruch (el catracho).
La Iglesia católica temía la invasión protestante y los hacendados temían ver
sus tierras convertidas en plantaciones de esclavos, donde ellos quizá habrían
de figurar de capataces.
Este drama histórico de heroicidad
costarricense no es el tema central en Ambos
mares. Rojas Salazar introduce el percance, la ironía y la comedia (en el sentido
teatral), para contar la anécdota de un puñado de filibusteros, capturados por
el ejército costarricense en Rivas, Nicaragua, quienes luego son trasladados a
la adormecida San José de 1856: ciudad donde el teatro se había clausurado para
impedir el despilfarro de los citadinos (como alguna vez se clausuraron en el Londres puritano, por razones de “levedad y goce lascivo”). Los
filibusteros, ahora confinados en una cárcel de San José, se vuelven un
inconveniente para las autoridades.
No se les quiere fusilar y ellos mismos
tienen que generar la plata para ser expulsados del Istmo de una vez por todas.
Es así como las autoridades los hacen montar un obra teatral cuya trama es su
propia fallida aventura filibustera, y terminan siendo personajes en busca de
absolución (creían que iban a ser fusilados). Después de varias funciones muy bien
recibidas por los citadinos, queda explícito que se había generado suficiente
dinero para expulsarlos y que, esto es implícito, a mi ver, agraciada ironía del autor, el
teatro habría de ser reinstituido en la ciudad. No sé si sea relevante, pero
ahora que lo pienso, esta crónica relato me recuerda algunos textos de Eduardo
Galeano, por la manera en que los recovecos de la historia conducen a otros
acontecimientos inesperados, insólitos e irónicos.
Álvaro Rojas Salazar
La trama de Ambos mares da la impresión del teatro dentro del teatro, comedia cuyo preámbulo (si seguimos la parodia), sería la
presentación en primera persona del autor, que resume brevemente la
historia de la incursión de William Walker en Nicaragua. La voz y punto de
vista del cronista es obvia en esta parte inicial, ya que busca temas y títulos
para escribir una crónica sobre su estancia en Rivas, Nicaragua. Luego, gradualmente, la narrativa se va, o mejor dicho, nos va conduciendo hacia el
relato. Aviso que no he reparado en tratar de distinguir lo real de lo ficticio porque
el contenido es bastante interesante. Esta es una de las convenientes características
de la ficción histórica, el lector de sólito prescinde de aspectos literarios
porque está ya cautivo en la historicidad. Pero, por lo poco que sé de Álvaro
Rojas Salazar (los centroamericanos somos notorios por desconocernos), entiendo
que el ensayo y la crónica son sus fuertes: Telire
(2017), Con lápiz en la mano (2018) y
La Boca, el Monte y las novelas (2018).
Acabo de leer este relato en la revista digital
hondureña, Tercermundo.hn, y no sé si pertence a algún libro de crónicas o
relatos. En todo caso, entusiasmado yo por una gran novela histórica sobre la
expulsión de William Walker, quisiera animar a nuestro amigo costarricense a
que tome la iniciativa personal de expulsar al esclavista, ahora, en este
convulsivo siglo XXI. Álvaro Rojas Salazar no llegaría primicio a las
exigencias del género mayor: es autor de la novela Greytown (2016), y, además, según otros críticos, todas sus obras parecen
acudir a la crónica, el ensayo y la novela. Paso a seguir para mí, es buscar
sus libros y comenzar a leer más a través de la sensibilidad y el conocimiento de
uno de los representantes contemporáneos de la literatura costarricense.
León Leiva Gallardo
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Enlace al relato Ambos mares, publicado en la revista digital Tercermundo.hn:http://www.tercermundo.hn/2019/07/12/ambos-mares/?fbclid=IwAR0xPomU7Sgl0e3ZMZKU8s80qJEJxWjHpj4MS9Q4O8BlNyXI75GwldRViUQ