miércoles, 18 de septiembre de 2013

De zorros y erizos: una incursión a la conciencia

          Raúl Dorantes (en el basement)
 Toda obra literaria es una exploración de las realidades percibidas, imaginadas e inclusive olvidadas. En este sentido el acto de escribir es un ejercicio nemónico, un complejo mecanismo para traer a superficie lo que almacenamos en algún rincón —y para usar un término por medio del cual se manifiesta el escritor mexicano Raúl Dorantes— en un sitio especial del basement (sótano, en inglés).

Solo basta leer unas páginas de la novela De zorros y erizos (Editorial El Beisman, 2013) para uno darse cuenta de que en esta excursión a la realidad inmediata, también se procura explorar las conciencias que conforman una cosmovisión. Estas conciencias que pueden incluso concebirse como esferas personales, sociales y míticas (subconsciente colectivo y cultura) se advierten en la interacción de personajes que parecen estar atados a un fatalismo histórico, del pasado y presente individual y de un tiempo imaginario (el de la muerte). Estos trámites de conciencia los ha empleado Dorantes anteriormente en sus cuentos y obras teatrales, pero en esta su primera novela —ambientada en Pilsen del sur de Chicago— es donde se estructuran cabalmente para componer la obra que a mi ver es un precedente literario (en español) en el tema de la vida del migrante.

La novela como excursión narrativa por Pilsen —el sector histórico de Chicago donde en las últimas décadas conviven mexicanos y méxico-americanos— trata de la precaria vida de un grupo de latinoamericanos que sobreviven entre las artes y el hastío y, como en suerte de rito lúdico, forman una fraternidad (en verdad una hermandad, porque hay mujeres) mediante la cual conviven desamores, vicisitudes, intereses artísticos e intelectuales y hasta la cuita mayor, la muerte. El hilo unificador es la vida misma de Jacobo, el narrador, quien no parece figurar porque se distancia o mira a través de una cámara, parecida a la de cine. No obstante lo dicho, entre los personajes de mayor importancia están, como advertimos al final, el mismo narrador, Jacobo, el periodista y el pintor Xul. (El nombre de este personaje de pronto viene del pintor argentino, Xul Solar, pseudónimo de Agustín Alejandro Schulz Solari.)

Esta novela da mucho que pensar y también mucho que explorar. Sin duda podría ser texto esencial en las clases de literatura, ya que en esta se combinan diestramente varios estilos narrativos (de los más avanzados), técnicas de diálogos, tiempos verbales y lenguajes, sin que estos se antepongan o confundan. Esto quizá se deba a lo auto referencial, escribir sobre el escribir; algo que se hace explícito al final de la novela, cuando el narrador se refiere a las partes de su “reportaje” que resultan ser secciones o capítulos de la novela misma (pp. 239-240).

Los aspectos formales más notables de la novela son los siguientes: rápidas intermitencias de escenas, la constante interlocución de lo aparentemente inconexo, el uso de varios estilos narrativos y de mecánicas de diálogos, alusiones a las artes, el intertexto, referencias históricas y políticas (locales). Todo esto se complementa y resulta en una cabal composición entre forma y contenido.

Como otro componente, el lenguaje transita entre el informal, el formal y el culto. En cuanto al lenguaje informal vale mencionar que Dorantes siempre ha usado el spanglish como vehículo de apropiación de una voz “auténtica”. Notablemente, me parece que si la novela se limpiara de todas las frases y giros en spanglish, perdería mucho la ambientación de subcultura, pues trata sobre la vida de personajes migrantes y sobre la adaptación o inadaptación de los mismos. Dorantes también hace las debidas distinciones nacionales de sus personajes, y, por supuesto, como ha sido siempre, maneja muy bien los diálogos. (Vale mencionar que los diálogos y narraciones de Xul son magistrales.) La narrativa de Dorantes es económica, mas en muchas ocasiones se vuelve descriptiva, reflexiva o contemplativa, aspecto que ayuda al lector también a reflexionar o registrar lo que es más que una excursión o un anecdotario. Haciendo colación de la manera de concebir esferas varias de coexistencia, es notable que Dorantes a menudo utilice el futuro simple y especialmente el condicional para describir las acciones.

Sus palabras serían un consuelo. Arriba zumbarían las aspas del ventilador; abajo me reconfortarían el olor a tinta seca, un Streetwise y cientos de libros alrededor. Luego de un tercer cabeceo, volvería a hacer un recuento de las veces que Xul había pronunciado sus frases, cuatro palabras, 13 letras que nos salvaban de la muerte […] (p. 133)

Esta opción no es un deje estilístico. De hecho con estos tiempos crea una experiencia o una vivencia casi onírica. La misma imprecisión o antelación de las acciones por realizarse nos permiten transitar entre pasado, presente y futuro. Estos tiempos verbales son incluso cruciales para que la voz y visión del narrador (personaje clave al final) se nos haga más verosímil.

En términos generales, la novela se suma a la novelística contemporánea latinoamericana, en la que frecuentan los temas auto referenciales, el estilo de la crónica, la metaliteratura, la erudición o la cultura popular, etc., combinados con la búsqueda de lugares, tiempos, personajes o seres perdidos. Como ejemplos, basta mencionar Los detectives salvajes de Bolaño, Respiración artificial de Ricardo Piglia, El cantor de Tango de Tomás Eloy Martínez o El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vázquez. Se advierte, sin duda, una diferencia, algo que distingue a Dorantes, además de su lenguaje, y es que De zorros y erizos puede ser literatura comprometida. En la misma excursión por las calles de Pilsen, además de ser una exploración del sí mismo, se presencia un acto de conciencia social y auténtica preocupación por las condiciones de vida de los migrantes. Lo anterior es emblemático en toda la obra de Dorantes. No es una exageración decir que Raúl Dorantes ha sido, por medio de la literatura y la crónica periodística, un incansable historiador de la vida migrante en Chicago. El libro Y nos vinimos de mojados (2007), que escribió junto con Febronio Zatarain, es una de las mejores muestras de crónica cultural que se han escrito en español en EE.UU.

No obstante el reconocimiento de la preocupación social, De zorros y erizos es, más que todo, una incursión a la conciencia. Como es habitual en los escritores, el momento histórico, el entorno e incluso las tramas o tragedias a veces son territorio o solar donde pueden edificar su casa, academia, templo o panteón. El carácter introspectivo de Dorantes lo lleva siempre a perseguir lo metafísico en todo nicho que habite. De la misma manera que un poeta, oportunista como un zorro, interioriza el entorno inmediato y luego lo vuelve habitable con sus “demonios”, léase preocupaciones literarias, existenciales, políticas o filosóficas. Curiosamente, es difícil decidir si Dorantes es un zorro o un erizo. Hay momentos en la novela en que manifiesta un entendimiento unificador, pero también hay muchas instancias en que se presenta como un tenaz malabarista de la realidad. Esta interesante distinción de caracteres la hizo Isaiah Berlin, basado en la fábula, y por medio de Marco Escalante, quien por cierto fue quien recomendó el nombre a la revista Zorros y Erizos, llega a ser parte del discurso de Dorantes; algo que nos demuestra que aquí estamos tratando de una literatura de ideas y no de meras tramas entretenidas.

Hablando de tramas, la de la novela de Dorantes no es tan débil como suelen ser en la novelística latinoamericana, además que es una muy interesante. El pintor Xul ha hecho una profecía. Alguien de la Fraternidad va a morir el 12 de octubre. Esta profecía desencadena todo tipo de especulaciones y sorpresas que de por cierto mantienen en suspenso tanto a los personajes como al lector. Por otra parte hay subtramas, la de los personajes y miembros de la Fraternidad, quienes siempre están glorificando sus cuitas. La trama mayor entre los miembros de la Fraternidad es la de Jacobo, el periodista y narrador. Estos personajes inmersos en sus propias esferas personales chocan, se unen, se combinan, se separan, todos en un conglomerado confuso, caótico, pero que a la vez los mantiene en senda constante. Imagínense la mirada de Dios ante el caos humano; nos veríamos como hormigas insignificantes, y sin embargo en la inconsútil labor de seguir con vida. En una parte de la novela, a Mauricio, quien padece de un malestar cardíaco, parece solo importarle el cine (se alude al film Donde sueñan las hormigas verdes de Herzog, 1984):

Solo le importaba El sueño de las hormigas verdes, que hibernaban para soñar el universo. (p. 125).

Las esferas también se intersectan (sin comentarios morales, valga más) y nos remiten al plano histórico actual; mas asociadas con alusiones ya sean del narrador o de los personajes en sus diálogos, nos llevan a otros planos (ancestrales, intertextuales o metaliterarios). Lo anterior se puede apreciar en la narración de Xul:

Sí, hay un mundo tan de uno que los demás no pueden entender; uno tampoco puede verse como los demás lo ven. Uno está en su propio mundito, y ve que pasa un avión y murmura: ese avión podría ser lo más grandioso pero nunca llegará a una flor. En ese momento esa es la verdad y nadie se la quita. Después —puede pasar un mes, un año— ya empieza uno a ver el mundo como los demás. Te causa dolor. […] las cosas que uno plasma así son bien chingonas. ¿De dónde las saca uno? De toda esa continuidad de vida que se ha ido acumulando. (p. 97)

Esta definición de la manera de ver, de la visión de mundo del personaje, la podemos atribuir a la novela misma, es decir, al autor. Se sabe que todo escritor está en constante valorización y revalorización de su persona y de su realidad. Las obras literarias que compone constatan sus actos de fe, que de hecho son fieles solamente a las circunstancias: he ahí la libertad en las letras y las artes.

Raúl Dorantes ahora nos permite presenciar otro de sus actos, el más tenaz entre varios que ha puesto en nuestras manos. 


                                                                                          León Leiva Gallardo, 
                                                                                          San Antonio, Texas, 
                                                                                          31 de agosto de 2013

(Esta reseña se publicó originalmente en la revista MediaIsla: http://mediaisla.net/revista/2013/08/de-zorros-y-erizos-una-incursion-a-la-conciencia/)


domingo, 8 de septiembre de 2013

Ryszard Kapuściński: La guerra del fútbol

Ryszard Kapuściński y su obra célebre de periodismo narrativo, La guerra del futbol, creó todo un mito sobre las causas del conflicto entre Honduras y El Salvador en 1969. El brillante periodista nos explica cómo el futbol fue una coincidencia que solo sirvió para encubrir las ya incendiarias relaciones entre los dos países. Se trataba de dos regímenes militares manipulando las vidas de los hermanos centroamericanos. Operativos clandestinos militares de Honduras aterrorizaban a miles de campesinos salvadoreños que por décadas habían ocupado tierras hondureñas. El Salvador optó por movilizar sus tropas a territorio hondureño y así comienza “la Guerra de las 100 horas”, más conocida como La Guerra del Futbol. 

El maestro polaco, el más reconocido corresponsal de guerra de su tiempo, nacido en Varsovia, y quien falleció en el 2007, escribió la excelente crónica (que se lee como novela) basándose en testimonios propios al ser testigo ocular del conflicto armado. La importancia histórica de esta guerra no fue tanto la violencia que se desató en la frontera, sino las consecuencias a largo plazo. Se estima que entre 60,000 a 130,000, de los 300,000 campesinos salvadoreños que trabajaban (sin documentos) en Honduras fueron deportados, a la fuerza, a regresar a su país. Irónicamente, esta vasta población migrante no fue tampoco bien recibida en su propia tierra. Se cree entonces que La Guerra del Futbol fue la antesala a la guerra civil que se desataría en El Salvador a mediados de los setenta. Además, por supuesto, de haber causado el cese al Mercado Común Centroamericano, original precedente al actual mercado común europeo.

(León Leiva Gallardo)

El acervo fotográfico de Frida Kahlo

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